Lamentablemente, la historia de la humanidad está plagada de numerosos eventos infames. Hoy, con esta publicación, vamos a recordar lo acontecido en Estados Unidos, durante el siglo XVII, más concretamente en un pequeño pueblo de Massachusets, Nueva Inglaterra, llamado Salem.
Y es que, durante la primavera del año 1692, se produjo una situación en la que el miedo y la paranoia dieron lugar a uno de los momentos más turbios de la historia estadounidense. Fruto de ello se produjo un caso de “caza de brujas”, que ha pasado a la historia como “los juicios de Salem”. Un episodio que dejó una huella en la cultura y conciencia colectiva de todo el país.
Vamos a referirnos pues, a las llamadas brujas de Salem.
¿En qué consistieron los juicios de las brujas de Salem?
Fueron una serie de procedimientos legales, que tuvieron lugar entre los años 1692 y 1693, que terminaron, bajo la acusación de ejercer la brujería, con la muerte de 20 personas inocentes y la persecución de otras 200.
Contexto histórico
Entre 1300 y 1600, los europeos comenzaron una cruzada contra las brujas. Años antes, la iglesia y las monarquías implementaron la Inquisición para luchar contra la herejía, lo que resultó en la muerte de miles de personas, mientras que la cacería de brujas afectó mayormente a mujeres.
Por otro lado, cuando los reyes de Inglaterra, Guillermo y María, iniciaron una guerra contra Francia en las colonias establecidas en el continente americano. Dicha guerra afectó Nueva York, Nueva Escocia y Quebec. Muchas personas huyeron de la región y se establecieron en Essex y Salem, comunidades ubicadas en Massachusetts.
Hay que decir que la sociedad puritana de Salem estaba fuertemente influenciada por creencias religiosas extremas y una mentalidad estricta. La idea del mal y la presencia del diablo eran parte integral de su cosmovisión, lo que generaba un temor constante y una búsqueda obsesiva por identificar y eliminar cualquier elemento considerado satánico.
Los puritanos, o exiliados religiosos de la Iglesia de Inglaterra que se trasladaron a las colonias con la esperanza de regresar a Inglaterra para purificar la Iglesia, se establecieron en la mayor parte de la colonia de Massachusetts. Los líderes puritanos esperaban que su colonia sirviera como una “ciudad en una colina” para que todos los habitantes del mundo la tomaran nota. Creían que sería una utopía justa donde los ciudadanos mantuvieran un enfoque en Dios, mostraran deferencia a los líderes de la iglesia y asistieran a la iglesia.
Desarrollo de los acontecimientos en Salem
En este contexto y en relación con el caso que nos atañe, los hechos tuvieron lugar durante un período en el que había fuertes tensiones entre Salem Town y Sallem Village, dos localidades localizadas a apenas ocho millas una de otra, pues la primera localidad carecía de gobierno civil propio y se encontraba bajo la jurisdicción del segundo. Además, había resentimiento entre los ciudadanos por la diferencia de riqueza, mayor, supuestamente en el caso de Salem Village.
Todos los ciudadanos estaban obligados a asistir a los servicios religiosos dominicales, pero Salem Town se negó a permitir que Salem Village tuviera su propia casa de reuniones, por lo que los aldeanos tenían que viajar a la ciudad los domingos. Pero, finalmente, Salem Village contrató a su propio ministro, aunque ante la falta de pago por sus servicios, terminaría renunciando.
Un segundo ministro, George Burroughs, experimentó los mismos problemas y dimitió, pero permaneció en el pueblo. Y lo mismo sucedió con tercero, lo que contribuyó a la reputación de Salem Village, que tenía Salem Town, como contencioso y mezquino. El cuarto ministro fue Samuel Parris, y en 1689, el pueblo de Salem pudo formar su propia iglesia con Parris como pastor. Este era visto por muchos como un ser rígido y codicioso. Los puritanos comenzaron a pensar que los conflictos en la comunidad estaban siendo causados por el diablo.
Las tensiones aumentaron aún más con la llegada a la zona de inmigrantes miembros de sectas cristianas minoritarias, como los cuáqueros, considerados una amenaza para la visión puritana de la comunidad de Salem.
En medio de estas diversas tensiones, en febrero de 1692, la hija de Samuel Parris, Betty, y su sobrina Abigail Williams, de 9 y 11 años respectivamente, comenzaron a mostrar un comportamiento extraño —arrastrarse por el suelo, esconderse debajo de los muebles, contorsionarse, gritar y lanzar objetos— que, a falta de otra explicación tras ser examinadas por un médico, fue achacado a brujería.
Poco después, Ann Putnam la Joven, de 12 años de edad, Elizabeth Hubbard, de 17 años de edad, Mary Walcott, Mercy Lewis y Mary Warren —todas amigas de Betty Parris y Abigail Williams— comenzaron a mostrar los mismos signos.
Cuando Samuel Parris preguntó a su hija y a su sobrina quién había lanzado el hechizo que las atormentaba, nombraron a tres mujeres —Sarah Good, una mujer que vivía en las calles, Sarah Osborne, una rica terrateniente, de avanzada edad, con fama de libertina, y que vivía en la pobreza, y Tituba, la mujer de Barbados que la familia Parris había esclavizado y tenía como sirvienta— y el pueblo de Salem se sumió en un frenesí de caza de brujas.
La elección de estas mujeres como primeras acusadas no fue casual. Eran consideradas diferentes por la comunidad y, por lo tanto, susceptibles de ser asociadas con el diablo.
Tituba, Sarah Good y Sarah Osborne fueron llevadas ante las autoridades y pasaron varios días siendo interrogadas. Good y Osborne se declararon inocentes, pero Tituba dijo: “El diablo vino a mí y me pidió que trabajara para él”. Después relató como varias criaturas extrañas le pidieron que firmara un extraño libro y dijo que también otras brujas lo habían firmado, ya que su objetivo era destruir a los puritanos. Aunque Tituba asumió la culpa, las autoridades enviaron a las tres mujeres a prisión. Más tarde revelaría que Samuel Parris le había sacado la confesión a golpes.
Tituba popularizó el concepto de brujas que montaban en escobas y conversaban con familiares —espíritus con forma animal—, además de asociarse con figuras demoníacas y lanzar hechizos maliciosos.
Osborne fue ahorcada como bruja en mayo y Good en julio de 1692, manteniendo su inocencia hasta el final; Tituba, como había confesado, fue ubicada en la cárcel porque Parris se negó a pagar los honorarios que la habrían liberado. Finalmente fue vendida por el precio de los honorarios de la cárcel y desapareció de la historia.
Las acusaciones de brujería se extendieron por toda la comunidad. En tan solo unos meses, la cárcel de Salem Village se llenó de gente del pueblo. Esto incluyó a hombres, mujeres y niños, todos acusados de practicar brujería. Los aldeanos entraron en pánico cuando se corrió la voz de que Satanás estaba entre ellos.
Martha Corey y Rebecca Nurse, ambas en torno a los 70 años de edad, eran miembros de buena reputación en la iglesia. Corey había cuestionado la validez de las acusaciones de las niñas, insinuando que mentían por motivos personales, por lo que se la acusó de bruja, por negar la existencia de brujas. Nurse fue acusada por los Putnam, que afirmaban que su espectro los acosaba. Ambas terminarían siendo ahorcadas.
El marido de Corey, Giles, fue acusado cuando la defendió. Se negó a ser juzgado y fue ejecutado a presión —muerto aplastado por las pesas— para extraerle una confesión de culpabilidad. Como nunca confesó ni fue condenado, se cumplió su última voluntad y sus tierras pasaron a sus herederos, como era su intención, en lugar de ser arrebatadas por la familia Putnam que la había acusado.
Los juicios de Salem
Los juicios se llevaron a cabo de manera injusta y arbitraria, y aquellos que se negaban a declarar eran torturados y apedreados. Las acusaciones infundadas permitían castigar cualquier tipo de protesta o crítica a la sociedad de la época.
En el centro de los juicios y las posteriores ejecuciones estaban la religión y la superstición en la América colonial. La Biblia, en el libro del Éxodo 22:18, dice: “No dejarás con vida a ninguna hechicera”. También la cita que hace la Biblia a historia como la de la Bruja de Endor (I Samuel 28:3-25). La Biblia se entendía como la palabra inequívoca de Dios y dejaba claro que las brujas eran tan reales como cualquier otra cosa; cuestionar la existencia de las brujas significaba cuestionar la autoridad divina de la Biblia.
“Aquella que no confiese sus pecados y sus pactos con Satanás, morirá en la horca”, mencionó uno de los jueces.
El juicio ofrecía pocas opciones para quienes eran acusados. Si confesaban y señalaban a otros como cómplices, podían evitar la ejecución, aunque muchos fueron encarcelados o torturados. Por otro lado, quienes insistían en su inocencia eran enviados a la horca. Este proceso creó un círculo de acusaciones sin salida, ya que la única forma de salvar la vida era involucrar a otros en el supuesto pacto con el diablo.
Las tres mujeres acusadas inicialmente estaban especialmente marcadas por Samuel Parris, pues a Sarah Good, la acogió durante un tiempo en su hogar, pero la expulsó alegando cultura maliciosa e ingratitud. En el caso de Sarah Osborne, era considerada por el ministro Parris como una paria pues llevaba más de tres años sin asistir a la Iglesia, alegando una enfermedad recurrente. Y respecto de la tercera, Tituba, tenia desconfianza por ser habitual que a los niños que cuidaba les contase historias de fantasmas y cuentos de demonios.
Además, había intereses y rencillas cruzadas, por ejemplo: Sarah Good tuvo desencuentros en materia de negocios con el padre de una de sus acusadoras, Ann Putnam la Joven.
El uso de “pruebas espectrales” (consistentes en que se aceptaba la palabra de un acusador por encima de la del acusado) se admitía en los tribunales, ya que el concepto había sido abordado por el respetado teólogo puritano Cotton Mather.
Aunque las pruebas espectrales se admitían en los tribunales principalmente por el peso de la reputación de Mather, incluso él empezó a reconocer que se estaba yendo demasiado lejos y escribió a uno de los jueces en mayo de 1692 para que no dieran más credibilidad a las pruebas espectrales de la razonable. De acuerdo con el libro bíblico de I Juan 4:1, todos los espíritus necesitaban ser probados para ver si eran de Dios o del diablo y era posible que espíritus malignos estuvieran influenciando a los acusadores para condenar a cristianos inocentes. Muchos de los acusados confesaron ser brujos con la esperanza de obtener clemencia de acuerdo con Santiago 5:16, “Confiesen sus pecados unos a otros, y oren unos por otros, para que sean sanados”, pero los que no fueron ahorcados o no murieron en la cárcel se retractaron más tarde, explicando que solo habían confesado con este propósito y que nunca habían sido realmente brujos. Levack señala: “Una vez que se empezaron a atacar los testimonios espectrales y los confesores empezaron a retractarse, el tribunal se encontró en una posición extremadamente incómoda… A medida que el afán del tribunal por condenar chocaba con un creciente coro de oposición a sus procedimientos, el gobernador sintió que no tenía más remedio que suspender los juicios y reevaluar la situación”.
En mayo de 1693, por orden del gobernado William Phips, se suspendieron los juicios y se concedieron indultos a los que seguían en la cárcel. Aunque está bien documentado que 19 personas fueron ahorcadas y, como comentábamos anteriormente, Giles Corey murió aplastado; otros murieron en la cárcel a la espera de juicio, y más de 200 vieron su reputación dañada, si no irreparablemente arruinada. Hay estimaciones que concluyen que entre 144 y 185 mujeres y hombres fueron acusados durante el dramático periodo de los hechos en Salem. La persona más joven en ser acusada de brujería fue un infante de cinco años.
Los acusadores nunca tuvieron que rendir cuentas porque nadie dudaba de la realidad de las brujas y su poder para hacer daño, ni de Satanás y su capacidad para engañar con el fin de destruir. Cuando se calmó la histeria, los acusadores siguieron con sus vidas como antes.
Ya en 1695 se criticó a los magistrados de Salem por las muertes y persecuciones de inocentes, y esta opinión no hizo sino ganar terreno posteriormente. En 1696, el Tribunal General decretó un día de ayuno y arrepentimiento por los juicios. Los jueces que habían participado en los juicios se arrepintieron públicamente y pidieron perdón a la comunidad.
Entre 1700 y 1703 se presentaron solicitudes para que se revocaran las condenas y se exonerara a los acusados, y en 1711 se autorizó una indemnización para las familias de los ejecutados injustamente. Esta pauta continuó durante los diez años siguientes, pero ni siquiera entonces se exoneró a todos los condenados.
En 1706, Ann Putnam, una de las niñas acusadoras, pidió perdón públicamente y culpó a Satanás de haberla llevado a actuar con falsedad.
En 1957, 265 años después, el gobierno de Massachusetts se disculpó formalmente con las víctimas de la cacería de brujas.
Por otro lado, los juicios de las brujas de Salem han generado una serie de mitos. Uno de los más persistentes es que en Salem se quemaron brujas” aunque no hay pruebas que lo demuestren. Ninguna “bruja” fue quemada en Salem; todas fueron ahorcadas.
La historia de las brujas de Salem se recuerda hoy en día a través de museos, sitios históricos y eventos conmemorativos. El Salem Witch Museum, el Witch House (la casa de un juez que participó en los juicios) y el Jonathan Corwin House son algunos de los lugares que se pueden visitar para aprender más sobre este período oscuro de la historia estadounidense.
¿Cuáles pudieron ser las causas de estos horribles acontecimientos?
Los juicios de las brujas de Salem se intensificaron bajo el poder de las creencias religiosas, en especial de una lectura literal de la Biblia que condenaba la brujería como un pecado mortal. En un contexto de puritanismo extremo, se fomentaba una atmósfera de vigilancia y temor hacia el mal.
Es muy probable que los supuestos ataques de las niñas Betty y Abigail Williams se trataran de razones psicológicas o simples caprichos infantiles. O tal vez para escapar de posibles castigos. Samuel Parris, el reverendo de Salem, no dudó en alentar la idea de que las niñas habían sido poseídas por obra del demonio, y su influencia sirvió para legitimar las pruebas espectrales y las confesiones obtenidas mediante torturas.
También, algunos autores, hablan de que hubiesen sido víctimas de una epidemia de ergotismo, causada por una intoxicación provocada por el hongo del pan de centeno, conocido como cornezuelo, el cual contiene agentes químicos parecidos al LSD, una de las grandes drogas alucinógenas de la historia.
La superstición y el miedo al mal sobrenatural, la teología fundamentalista, la rivalidad política, los intereses económicos de los vecinos, la histeria colectiva y la necesidad de buscar culpables para todos los males, fueron causas que coadyuvaron al desarrollo de estos acontecimientos.
Sin embargo, la teoría predominante es que los juicios se desataron principalmente por la presión de un sistema religioso que, al condenar las libertades y el pensamiento independiente, intensificó la represión y la búsqueda de “enemigos” dentro de la comunidad.
Como resultado de tanto disparate y sinsentido, debieran considerarse conclusiones y lecciones a aprender como: la importancia de contar con un sistema judicial justo, el peligro de la histeria colectiva, la importancia de la tolerancia y la diversidad, la lucha contra la intolerancia, etc.
Conclusiones
Siglo tras siglo, la humanidad ha demostrado de manera brillante su capacidad para oprimir y eliminar a los grupos sociales, ideologías, corrientes políticas, y en general, a cualquier “peligro” que amenace el status quo, el poder, la religión o lo que convenga preservar.
La caza de brujas no era un fenómeno exclusivo de Salem, sino que se había venido dando en Europa desde mediados del siglo XV. En este período, cientos de miles de mujeres fueron acusadas y quemadas en la hoguera por supuestas prácticas de brujería. Este fenómeno tuvo un gran impacto en el desarrollo de los países europeos, como Francia, Alemania, Suiza, Inglaterra, España e Italia, que estaban en proceso de formación como Estados nacionales modernos.
Las mujeres acusadas de brujería eran consideradas rebeldes que desafiaban las normas de la época, cuestionaban las costumbres establecidas y vivían su sexualidad de forma libre. La caza de brujas fue una guerra contra las mujeres, con el objetivo de degradarlas, demonizarlas y destruir su poder social. Este fenómeno también contribuyó a la opresión de las mujeres en el sistema capitalista, donde se enfrentaron a nuevas formas de explotación y precariedad laboral.
Y en este caso, lo cierto es que, en una población profundamente religiosa y temerosa de las fuerzas del mal, Salem se convirtió en el epicentro de una verdadera caza de brujas.
La caza de brujas en Salem es un ejemplo extremo de la histeria colectiva y la paranoia que pueden apoderarse de una comunidad.
El caso de las brujas de Salem también destaca la importancia de la evidencia y el debido proceso en un sistema legal justo. Las acusaciones infundadas y las confesiones obtenidas bajo tortura no deberían ser consideradas como pruebas concluyentes. En este caso, la falta de evidencia sólida y la presión social llevaron a la condena y ejecución de personas inocentes.
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Referencias
https://aprende-historia.com/las-brujas-de-salem-el-impactante-resumen-de-la-caza-de-brujas/
https://redhistoria.com/las-brujas-de-salem/
https://www.worldhistory.org/trans/es/1-19620/juicios-de-las-brujas-de-salem/