Decía Robert Heinlein, un escritor norteamericano del pasado siglo XX que “una generación que ignora la historia no tiene pasado ni futuro”. De ahí el esfuerzo para que el pasado no sea desconocido ni se olvide. Para colaborar a este fin, publicamos este post para acercarnos a un personaje muy negro, a Klaus Barbie, el responsable de la ejecución o asesinato de más de 4.000 personas y la deportación de más de 7.000 judíos, la mayoría de los cuales serían asesinados en Auscwitz.
De la crueldad de Klaus Barbie resulta bien elocuente el apodo con el que tradicionalmente se le ha etiquetado como un sádico criminal, en referencia a sus numerosos crímenes durante la ocupación nazi en tierras francesas durante la Segunda Guerra Mundial.
Biografía de Klaus Barbie
Klaus Barbie Altman era hijo de Nikolaus Barbie y Anna Hees, los dos maestros de profesión. Nació el día 25 de octubre de 1913 en Bad Godesberg, que formaba parte del Imperio Alemán.
Se crió con su padre, un ex militar herido en la I Guerra Mundial, obsesionado y con un tremendo odio contra los franceses, y con graves problemas de violencia doméstica y alcoholismo.
Klaus Barbie se criaría a partir de los 10 años en un internado, siendo sus materias preferidas las relacionadas con la teología parece ser que por ahí tenía pensado orientar su vocación. Su hermano menor, Kurt, murió en su juventud.
Estudió bachillerato en Tréveris, y años más tarde ingresó en las Juventudes Hitlerianas, siendo ayudante personal del jefe local del partido nazi.
Debido al fallecimiento de su padre, en el año 1933, Barbie no podía costearse la Universidad, por lo que se fue voluntario durante seis meses a un campamento del Servicio laboral del Reich en Schleswig-Holtein, de donde regresaría totalmente identificado con la ideología nazi, dedicándose, en consecuencia, a trabajar para el Partido Nacionalista de los Trabajadores de Alemania.
En setiembre de 1935 se alistó en las SS (Schutzstaffel) y empezó a trabajar en la Dirección general del Servicio de Seguridad Sicherheitsdienst , así como en la Gestapo de Berlín.
Adquirió su primera experiencia práctica en la Oficina Secreta de la Policía Estatal en Berlín, entre otros lugares. Además, Barbie realizó cursos en la Escuela del Führer del Servicio de Seguridad en Bernau, cerca de Berlín (antigua Escuela Federal de la Federación General de Sindicatos Alemanes) y en la Escuela del Führer de la Policía de Seguridad y el SD en Berlín-Charlottenburg.
En mayo de 1937 se afilió al Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP), siendo ascendido en abril de 1940 a Untersturmführer (equivalente a subteniente).
En 1939 contrajo matrimonio con Regina Margaret Maria Willms.
En mayo de 1940 llegó a La Haya como parte de un grupo de investigación que debía conocer a fondo la situación de los judíos en la ciudad. Barbie contribuyó a la persecución y tortura de masones en Holanda. Dirigió personalmente los ataques a las logias.
En 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, Barbie fue destinado a la Sección IVB4 y enviado a Ámsterdam, trabajando con la policía de seguridad.
En mayo de 1942 fue destinado a Lyon, Francia. Allí se ganó el apodo de “El Carnicero de Lyon”, debido a los crímenes que cometió siendo capitán de los Servicios de Seguridad se hizo cargo de la Cuarta Sección de la Gestapo.
Durante su trayectoria en el ejército nazi recibiría las medas de Cruz al Mérito de Guerra y la Cruz de Hierro Ver.
Al finalizar la Segunda guerra Mundial, Barbie se escaparía y permanecería huido en Sudamérica hasta el 1983, en que es deportado para su enjuiciamiento.
El día 25 de setiembre de1991, mientas cumplía cadena perpetua en Lyon, Klaus Barbie falleció, a los 77 años de edad, enfermo de leucemia. Sus restos fueron enterrados en Cochabamba, Bolivia.
El papel de Klaus Barbie durante la Segunda Guerra Mundial
En las SS se especializó en inteligencia y en “interrogatorios”, en una fuerza conocida por su crueldad con los opositores al régimen primero, y con los enemigos de guerra después.
Klaus Barbie llegó a Lyon en 1942 como jefe de la Gestapo local con la misión de desarticular la resistencia francesa en la zona de la Francia ocupada, y bajo el régimen colaboracionista de Vichy. Desde ese momento instaló el terror en la ciudad. Como jefe de la Gestapo local persiguió a los miembros de la Resistencia y deportó miles de judíos. Predicaba con el ejemplo. Concurría a los operativos para mostrarle a sus subalternos la dureza con la que debían desempeñarse. Conocido por su despiadada crueldad, Barbie interrogaba y torturaba personalmente a sus víctimas en su cuartel general, el famoso Hotel Terminus.
Según el historiador español Jesús Hernández: “Sus salas de tortura contaban con bañeras, mesas con correas, hornos de gas, aparatos para provocar descargas eléctricas, pinzas dentadas, perros adiestrados en morder a los prisioneros, palos, látigos y mangueras para la ‘tortura del agua”.
Y es que la resistencia daba palos hasta que empezó a hacerse cargo de ella Jean Moulin, un socialista de cuarenta años, que había sido expulsado de la administración pública por el gobierno francés títere de los nazis.
Tras la captura de Jean Moulin, lo torturó en persona, diariamente, durante tres meses, sin conseguir que éste desvelase ninguna información. Moulin murió, a causa de las lesiones de las torturas padecidas, durante su traslado a Alemania.
Entre sus execrables crímenes hay que citar la deportación de los niños judíos que habían sido recogidos y refugiados en una granja en el Valle del Ródano por la familia Zlatin. Tras localizarlos, Barbie hizo que se trasladaron a los niños y sus cuidadores a diferentes puntos, donde serían todos ejecutados.
La fuga de Klaus Barbie
Klaus Barbie salió de Lyon en el mes de agosto del año 1944, días antes de la liberación de la ciudad por las tropas norteamericanas. Todavía permanecería en la lucha, en tierras alemanas hasta el final de la guerra.
Una vez finalizada la guerra, el nuevo gobierno francés lo incluyó en la lista de criminales de guerra buscados, pero pese a que fue detenido, al menos un par de veces, parece ser que no fue identificado.
Se sabe que en el año 1946 vivía bajo el nombre de Marburg en Alemania, y pese a que sería detenido por un miembro del contraespionaje americano un año más tarde, en lugar de enjuiciarlo, lo incorporaron como infórmate.
Escapa a Sudamérica, y es condenado a muerte en ausencia, por un Tribunal de Lyon en el año 1947.
Ante las presiones del gobierno francés para detenerlo y juzgarlo, en 1951 emigra a La Paz, Bolivia, utilizando la “Rat Line” (la ruta de las ratas, la misma que habría utilizado Eichmann un año antes), que sacaba clandestinamente a los nazis y otros fugitivos del Eje de la Europa de la postguerra. En la fuga, según sus propias palabras, habría embarcado en un buque con destino a Argentina, propiedad de un empresario muy próximo al presidente argentino Perón.
Barbie se estableció como una prominente figura empresarial en La Paz. Se instala como Klaus Altmann. Tenía sólidas conexiones con el partido regente de Bolivia y participó no solo en comercio marítimo, sino también en la compraventa de armas. Durante los siguientes 20 años, Barbie/Altmann recibió la ciudadanía boliviana y un pasaporte diplomático que le permitió viajar a Europa y a los Estados Unidos sin impedimentos.
En 1952 tiene lugar un segundo proceso en Lyon, en el que es condenado a muerte en la horca, en ausencia.
En 1954 se produce tercer proceso en Lyon, siendo condenado nuevamente a muerte en ausencia.
En 1957 Barbie acepta la nacionalidad boliviana bajo el seudónimo de Klaus Altmann.
En 1964 logra convertirse en asesor del Gobierno Militar de Bolivia.
En 1966, el servicio de inteligencia de la República Federal de Alemania, el BND, lo reclutó en Bolivia, con el nombre en clave de “Adler” (Águila).
En 1971, los “cazadores de nazis” franceses Serge y Beate Klarsfeld identificaron a Altmann como Barbie y lo localizaron; en ese momento, vivía en Perú.
Y es que durante más de una década, Altmann había negado que él fuera Barbie, pero su identidad no era un secreto de los regímenes que habían mantenido a Bolivia bajo el gobierno militar. “Yo no soy Barbie”, declaraba Klaus Altman durante una entrevista retransmitida por el primer canal de la televisión francesa el 9 de febrero de 1972. Negaba así el Carnicero de Lyon su verdadera identidad, confirmada por las autoridades alemanas y el juez de Múnich. “Yo nunca he estado en Lyon”. “No, no he pertenecido nunca a la Gestapo”. El entrevistado se mostraba rotundo y veraz: “No conozco a este hombre, no lo he visto nunca”’… “Yo tengo mi conciencia tranquila”. Al ser interpelado por el entrevistador sobre la posibilidad de contestar en francés, el presunto nazi afirma en alemán desconocer dicha lengua; pero Barbie dominaba el idioma, que hablaba sin apenas acento.
En 1972, los Klarsfeld lanzaron una campaña pública para devolver a Barbie a Francia con el objetivo de que enfrentara juicio por crímenes de guerra. Barbie regresó a Bolivia, donde sus conexiones con las fuerzas armadas de ese país lo protegieron contra la extradición hasta que ese régimen se colapsó en el golpe de estado de la cocaína boliviana de 1980.
En 1973 es entrevistado por el periodista argentino Alfredo Serra, obteniendo la confesión de sus crímenes. No se mostraba arrepentido y pregonaba su inocencia. Decía que él sólo había obedecido órdenes y tomado decisiones normales en una guerra. “En la guerra todos matan. No hay buenos ni malos. Soy un nazi convencido. Admiro la disciplina nazi. Estoy orgulloso de haber sido comandante del mejor cuerpo del Tercer Reich. Y si volviera a nacer mil veces, mil veces volvería a ser lo que fui”, se vanagloriaba. Podéis ver la entrevista en este enlace Cara a cara con un criminal nazi: el día que Klaus Barbie confesó a un periodista argentino sus atrocidades – Infobae.
Finalmente, en 1982, un gobierno civil llegó al poder boliviano y el presidente Siles Suazo ordenó, en febrero de 1983, el arresto y entrega a funcionarios franceses de Klaus Barbie.
En 1983 se produce el arresto y envío a Francia. De vuelta en Lyon, Barbie fue acusado, entre otras causas, de crímenes de guerra, torturar, asesinar judíos, y por la deportación de los niños de Izieu a Auschwitz y Ravensbrück en agosto de 1944.
El juicio de Barbie, celebrado en el año 1987, fue un evento público importante que suscitó serias conversaciones en Francia acerca de la guerra, la resistencia francesa y el Holocausto.
El juicio a Klaus Barbie
Debido a sus crímenes, Barbie fue condenado a muerte en ausencia por primera vez en Francia en 1947.
En noviembre de 1952, Barbie fue juzgado en Lyon por atrocidades contra la población civil y el movimiento de resistencia en el Jura; fue condenado a muerte en ausencia por segunda vez.
Un tercer juicio, celebrado en noviembre, por la matanza de Saint-Genis-Laval y los numerosos tiroteos en la prisión de Montluc también terminó con una condena a muerte.
Una vez detenido y deportado, en su juicio en tierras francesas fue defendido por Jacques Vergès, un célebre penalista, cuyos honorarios corrieron a cargo de, entre otros, François Genoud, un banquero suizo y negacionista del Holocausto.
El juicio se inició en mayo de 1987, y Barbie fue acusado de numerosos crímenes, principalmente: arresto y tortura de 14.000 personas, envío de unas 7.000 a campos de concentración, y unos 4.000 asesinatos, además de la tortura de Jean Moulin,…
Se autorizó a que se filmara el juicio debido a su alto valor histórico, si bien las imágenes del proceso no fueron difundidas inmediatamente. Barbie negó todos los cargos y se limitó a declarar.
Su abogado defensor, Vergès, quien utilizó un argumento basado en la tesis de que las acciones de Barbie no fueron más terribles que las de cualquier colonialista en cualquier parte del mundo, incluyendo a los franceses, quienes nunca fueron perseguidos: “¿Qué nos da derecho a juzgar a Barbie cuando nosotros, en conjunto, como sociedad o como nación, somos culpables de crímenes similares?”.
Durante todo el proceso a Barbie se lo vio sereno. Sostenía su inocencia y se mostraba cínico y sobrador cada vez que podía. Además del proceso con las debidas garantías, gozaba de otra ventaja respecto a sus víctimas. Sabía que no lo matarían: en Francia estaba abolida la pena de muerte.
Recogemos el caso de uno de los testigos de la acusación, el correspondiente a Simone Lagrange:
Durante la Segunda Guerra, los hermanos de Simone Lagrange estaban en la Resistencia francesa. Un día una patrulla alemana irrumpió en su casa de Lyon. Patearon la puerta, dieron vuelta los muebles, golpearon a las tres personas que vivían allí: al matrimonio Lagrange y a Simone que tenía 13 años. A la cabeza del grupo estaba el jefe de la Gestapo local, Klaus Barbie. Le gustaba estar presente en estos operativos, desatar su sadismo sobre las víctimas; disfrutaba también de que se corriera la voz en toda la ciudad y de que el miedo hacia su persona se acrecentara. Quería ser temido.
Al padre lo golpearon brutalmente. No buscaban una confesión de él. Sólo querían que las mujeres aflojaran, que ellas les dieran el paradero de los buscados. Pero ni la madre ni la hermana hablaron. Barbie alejó a sus subordinados y quedó a cargo del interrogatorio. Tomó a Simone y la golpeó varias veces en la cara. Los ojos de la nena de 13 años se cerraron, la sangre caía por su cara y manchaba el vestido. Después Barbie la tomó del pelo, y la acercó a la madre que no podía ocultar su espanto. “Mirá, mirá lo que le estás haciendo a tu hija”, le dijo el nazi a la señora que siguió sin delatar a sus hijos. Los tres fueron deportados a un campo de concentración. Al padre lo mataron delante de su hija; la madre murió de tifus. Solo la hija regresó. Y se juró no descansar hasta hacer justicia, hasta que Klaus Barbie, el Carnicero de Lyon fuera condenado.
En el juicio, el testimonio de Simone fue contundente y desgarrador.
Por más habilidad que demostrara Vergés para desviar la atención, los crímenes de Barbie fueron condenados. Lo encontraron culpable de más de cuatro mil trecientos asesinatos y de miles de deportaciones. Los casos de los 44 niños y del Último Tren fueron los que mayor atención se llevaron. Varios de los crímenes que cometió no fueron juzgados porque habían prescripto. Evitó la horca pero no una condena perpetua.
Conclusiones
Klaus Barbie era un nazi de segundo orden. No era uno de los jerarcas que diseñaron las políticas de extermino o que las coordinaron. Sin embargo su ferocidad y sadismo lo hizo distinguirse del resto. Fue responsable de mucho daño y dolor. Un criminal de guerra. Nunca dejó de serlo. Sirvió a distintas banderas, en diferentes territorios, a diversos jefes.
Heinrich Himmler, el jefe de las SS y mano derecha de Hitler, había felicitado a Barbie por su “talento particular para descubrir pistas y trabajar en materia de represión criminal”.
En el ocaso de su vida en una cárcel francesa, el criminal de guerra afirma en la correspondencia enviada a su mejor amigo en Bolivia, Álvaro de Castro, entre 1983 y 1991. Estas cartas muestran como Barbie se justifica, siente nostalgia por la libertad, pero también soledad y nunca abandona la esperanza de que sus influyentes amigos bolivianos tramiten su retorno al país. “Lo principal es que yo tengo bien la conciencia y que la base de mis hechos es una guerra cruel en la cual hice mi deber por mi patria”, dice Barbie en una de sus misivas.
Estas cartas demuestran que nunca se arrepintió de su actuación y crímenes cometidos.
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Referencias
El carnicero de Lyon. De Murphy, B.
Criminales nazis del exterminio. D. Frers, E.
https://encyclopedia.ushmm.org/
https://www.forosegundaguerra.com/
https://www.infobae.com/historias/
https://www.muyinteresante.com/
https://segundaguerramundial.es/