Los usos y costumbres del ser humano a lo largo de la historia se manifiesta como una evolución paralela al resto de costumbres, creencias, coyunturas, etc, de cada período. Hoy dedicamos este post a saber algo más sobre la evolución del perfume a lo largo de los siglos.
El frasco de perfume es siempre recurrente cuando tenemos que agasajar a alguna persona. En las fechas en torno a celebraciones como la Navidad, el día de la madre, padre o lo que se tercie, es habitual el machaque continuo de publicidad de perfumes a través de los distintos medios de comunicación, fundamentalmente el visual. Los anuncios televisivos siempre son sugerentes: chicos y chicas en la flor de la vida, guapos, con cuerpos perfectos…. del tal manera que el perfume en la actualidad es asociado a la sensualidad, a la juventud, a la belleza y a la seducción. ¿no habéis observado que en los anuncios publicitarios de perfumes nunca se representa una persona de edad madura? que pasa ¿los mayores no se perfuman?.
Hubo un tiempo cercano donde el perfume se relacionaba casi en exclusiva con el sexo femenino. En la actualidad, aunque en menor medida, sigue siendo la mujer la protagonista de la publicidad en relación con los perfumes. Os invito a contar en época navideña el número de anuncios protagonizados por mujeres en los anuncios televisivos frente al número protagonizados por hombres.
Prueba patente de lo mencionado son las conocidas frases que han acompañado a los anuncios publicitarios de los perfumes:
- “Una mujer sin perfume es una mujer sin futuro” (Coco Chanel)).
- “El perfume anuncia la llegada de una mujer y alarga su marcha”. (Coco Chanel).
- “El perfume es el toque final de un vestido” (Christian Dior).
- “El perfume de una mujer dice más sobre ella que su letra”. (Christiane Dior).
Pero ¿por qué usamos perfumes?
El perfume se ha convertido en un complemento ineludible de nuestro vestuario, al igual que un bolso, unos guantes en invierno o unos pendientes. Prescindibles, pero necesarios. No nos planteamos acudir a una cena de gala o incluso a trabajar con un buen vestido o traje sin acompañarlo de un buen perfume.
Lejos de asociarse a la higiene el perfume se asocia a la elegancia, al dinero, al buen gusto a la seducción… El perfume no sólo define a una persona, sino que le proporciona autoestima y favorece las relaciones sociales según los psicólogos.
Y… ¿cuál es el origen del perfume?, ¿cómo surge esta, casi necesidad, de perfummarnos?
Los primeros indicios del perfume los encontramos en época prehistórica, cuando el hombre quemaba maderas aromáticas. De hecho el término perfume deriva del latín “per fumum” que significa que es volátil, que se propaga a través del humo.
Pero la constancia fehaciente del uso del perfume, lo encontramos en el Antiguo Egipto.
Los perfumes son esenciales en el ceremonial religioso y gracias a fórmulas descritas en pergaminos conocemos bastante de los perfumes litúrgicos. Los sacerdotes egipcios utilizan diferentes esencias según el momento del día: olíbano (Frankincense), conocido en la actualidad como incienso, al amanecer, mirra a mediodía y kyphi al anochecer. Este último es el más conocido de los perfumes egipcios, con una fórmula compleja con gran número de ingredientes.
Los perfumes formaban parte del cuidado personal de la élite egipcia. Prueba de ello es que se guardaba en frascos de fino alabastro o vidrio decorado. No hay tumba que se precie del período del Imperio Nuevo que no cuente con alguno de estos recipientes de pequeño tamaño y colores vistosos que, en sí mismo, es una joya.
Las pelucas egipcias, a las que ya hemos dedicado una entrada en este Blog: Tocados, peinados y pelucas en el antiguo Egipto, desprendían un agradable olor ya que eran impregnadas con aceites olorosos. Pero además bajo la peluca se colocaban unos recipientes cónicos con grasa impregnada en perfumes, de tal manera que éste iba liberando la esencia con el calor corporal dejando una estela olorosa al pasar de la persona.
No pensemos, sin embargo, que los perfumes del Antiguo Egipto eran como los actuales. Los egipcios no destilaban sus aromas y, por tanto, no utilizaban el alcohol como vehículo, tal y como conocemos actualmente los perfumes. Los perfumes egipcios eran en forma de aceite o grasa perfumada.
El uso de los distintos aromas usados en Egipto es fruto de su cultura, motivado por su climatología extrema y seca que, por un lado favorecía el crecimiento de multitud de flores y plantas aromáticas utilizadas para la realización de los aromas y, por otro, mitigaba los olores corporales derivados de la sudoración producida por el calor.
Las invasiones griegas y romanas de Egipto llevaron consigo la asimilación de las prácticas egipcias en sus usos cotidianos y también, como no, del perfume. Prueba de ello es que en Roma se crea el primer gremio de perfumistas llamado urgentarii, a los que recurrían la clase aristocrática romana e incluso los propios emperadores. Recordemos que Nerón llegó a perfumar a sus animales.
Lo cierto es que con los bárbaros, injusto nombre en el devenir histórico cuyo origen explicaremos en otro momento, más amigos de la guerra y conquistas que de la ostentación, el perfume pierde su protagonismo. Ni que decir tiene que el cristianismo tampoco ayudó, pese a que el incienso y la mirra forman parte de los regalos de los Reyes Magos.
Pero, ¿qué pasa con la llegada de la Edad Media, esa larga época histórica cargada de misterio y enigma?
Pues bien, sobre este apartado ya hemos dedicado un espacio en este blog: El perfume en la Edad Media, pero recordemos que pese a la precariedad en la higiene y salubridad de esta época, la clase pudiente sigue cuidándose.
Aprovechado este espacio y temática, me gustaría traer a colación en esta época histórica el origen del botafumeiro en la catedral de Santiago.
La finalidad de este gigante incensario, tan antiguo como la catedral, era perfumar el ambiente saturado por los olores de los peregrinos que acudían a Santiago de Compostela sudorosos y sucios después de tan largo camino. El botafumeiro no deja de ser un esenciero gigante que esparce incienso (resina aromática vegetal) con la finalidad de perfumar el recinto y paliar el hedor allí concentrado.
Por tanto, este instrumento es el claro ejemplo de que durante la Edad Media el perfume seguía presente, aunque fuese como pantalla para disimular el mal olor.
Y llegamos a los siglos del Renacimiento XV y XVI. El Renacimiento, como movimiento cultural que surge en Italia tras el descubrimiento de las ruinas de Grecia y Roma, deja también una importante huella en la vestimenta y el cuidado corporal.
El antropocentrismo que se impone en esta época, donde el hombre pasa a ser medida y centro de todas las cosas, también tiene repercusión en la idealización de la figura humana. Son claros ejemplos los dejados en la pintura. Cambian los cánones de belleza y en la forma de vestir y decorarse.
El perfume formó parte, en todo momento, de esa decoración personal, tanto en el cuerpo como en la ropa. Surge en Italia el gusto por perfumar los complementos de piel tales como guantes o cinturones.
Los guantes perfumados, en los que España tuvo un gran protagonismo, estaban realizados en pieles suaves y delicadas maceradas en perfume. Su aroma amable permitía llevarse los guantes a la nariz cuando el hediondo olor invadía un espacio.
Con el descubrimiento de América en el año 1492, se amplió el abanico de sustancias como el cacao y la vainilla, que fueron utilizadas por los perfumistas para la creación de nuevos aromas. Sin embargo, el aroma más apreciado para los guantes era el ámbar gris, que no deja de ser una especie de vómito de cachalote que flota en el océano y que con la acción del sol, el viento y el agua del mar desprende un agradable aroma.
Además de formar parte de la decoración personal, al perfume se le atribuyen también virtudes medicinales. En esta época la peste bubónica azota la península italiana. Es en este momento donde se desarrolla la creencia de que el mal olor contribuía a expandir la enfermedad, motivo por el los médicos empezaron a utilizar la conocida máscara de la peste. Esa máscara en forma de pico de ave y con anteojos tenía como finalidad llenarse de hierbas aromáticas (mirra, miel, canela…) que, según la creencia de la época, ayudaba a purificar el aire interior y, por tanto, evitaba la entrada del aire contaminado. La máscara del doctor de la peste es la más popular de los carnavales de Venecia.
Avanzando el tiempo el perfume triunfa en Versalles, que en el siglo XVII es el espejo en el que el mundo quiere reflejarse. Italia cede su protagonismo en favor de Francia. Catalina de Medici es sustituida por la marquesa de Pompadour, gran amante de los perfumes y del rey francés.
En el reinado de Luis XV no sólo se hace alarde del perfume llegando a soltar palomas perfumadas en los grandes bailes de la corte para aromatizar el ambiente, sino que la importancia del perfume deriva en la creación de hermosos envases para retener las fragancias más suntuosas.
La famosa agua de colonia es descubierta en el siglo XVIII por Jean-Marie Fraina. Su nombre es debido a la ciudad alemana en la que vivía. La demanda de esta fragancia por la corte y la nobleza, le llevó a convertirse en el término genérico que todavía pervive hasta nuestros días de “agua de colonia”.
A lo largo del siglo XIX el perfume evoluciona con la mezcla ya no solo de productos naturales sino con la introducción de la química de síntesis en su elaboración que recrea y reproduce nuevos olores.
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Pero será en el siglo XX cuando el perfume y la moda se convierten en inseparables. Con la llegada de la Belle Epoque, el perfume es impuesto por los costureros para singularizar la alta costura. Estamos en la época de la alta costura de Frederic Worth, Paul Poiret, Doucet, Paquin, alcanzado su plenitud a mediados de siglo con nombres relacionados con la moda como Christian Dior, Balenciaga, Schiaparelli, Lanvi, Chanel…
Quién no conoce la fragancia de Chanel nº 5, que Marilyn Monroe catapultó a la fama con aquella famosa contestación a la pregunta de ¿qué te pones para dormir? a la que ella contestó “tan sólo unas gotas de nº 5”.
Este perfume nace en 1921 de la mano de Ernest Beaux por encargo de Coco Chanel. Mucho se ha especulado sobre su nombre y la forma de su recipiente. Sobre su nombre que si son 5 los aldehídos que contiene, que si el cinco es el número de la suerte… en cuanto a su recipiente está inspirado en la geometría de la plaza Vendôme de Paris…
Lo cierto es que el encargo se transformó en un número de fragancias enumeradas del 1 al 10. Chanel eligió el número 5, de ahí su nombre. La diseñadora de moda que intentaba crear su propia fragancia, regaló a sus clientas una muestra de este perfume, y fue tal su éxito que se decidió a comercializarlo. El resultado fue uno de los perfumes más icónicos del mundo.
Pero es a partir de los años 60 de este siglo cuando el perfume se democratiza y empieza a ser asequible. Aunque la perfumería francesa sigue estando en auge: Chanel, Nina Ricci, Patou… nacen alternativas más accesibles para los bolsillos de las clases medias.
En el siglo XX el perfume, posiblemente al ir acompañado de la moda, sobre todo femenina, se convierte en un acompañamiento para las damas, pero deja de serlo para el hombre que identifica el perfume con la feminidad.
Pero en torno a los años 60, nace el agua de colonia masculina y el perfume americano se abre camino y suaviza su aroma creando una clara distinción con el femenino mucho más floral.
A partir de esta época, el perfume se populariza formando parte de nuestra higiene diaria. Las épocas, la moda y el estilo de vida van determinando su preferencia aromática. De esta forma encontramos aromas asociados a la infancia, al deporte, a la seducción…
Y, llegamos a nuestros días. En el siglo XXI el perfume forma parte de nuestro haber como la ropa, el desodorante o el gel de baño. Su agresiva comercialización a través de anuncios publicitarios, su efecto llamada por su estrambóticos recipientes con extravagantes formas: barras de labios, zapatos, rayos… que evocan su preciado interior, así como la utilización de deportistas, actores y actrices para su promoción y como garantía del éxito personal, no hacen más que vendernos estereotipos relacionados, fundamentalmente, con el éxito y la seducción.
Independientemente de su comercialización, lo cierto es que el perfume ha acompañado a la evolución del hombre a lo largo de la historia desde la antigüedad. En la actualidad el perfume ya no solo responde a un uso puramente higiénico sino que lleva aparejado criterios estéticos y sociales. No cabe duda que el olfato es uno de los sentidos con mayor capacidad de evocación de situaciones. Los olores son asociados a momentos y personas. Es innegable que todos escapamos de un mal olor corporal y nos resulta agradable conversar con una persona que desprende un aroma agradable, por lo que, sin duda, el perfume se ha convertido en una excelente carta de presentación en sociedad.
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Recomendación de lectura
Referencias
National geographic
Academiadelperfume.com
Historia del perfume.
Es muy importante saber de estas historias pero hoy en día ya nadie quiere leer pero ami me encanta esta super bueno este articulo