Seguimos con la serie dedicada a las leyendas gallegas y tras nuestra entrada sobre el “Panteón de dioses gallegos”, publicado el pasado día 16 de setiembre, para contaros un poco sobre el origen y tradición del Samaín.
El Samhaim o Samaín, es una festividad de origen celta más importante del periodo pagano que domino Europa antes de la llegada del cristianismo, en la que en la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre servía como celebración del final de temporada de las cosechas de la cultura. Era considerada como el “año nuevo Celta”, que comenzaba con la estación oscura. Es por tanto una fiesta de transición (paso de un año a otro) como de apertura a otro mundo.
Su etimología es de origen gaélico y significa “fin de verano”.
Se sabe que las festividades del Samhain se celebraban muy posiblemente entre el 5 de noviembre y el 7 del mismo mes (a la mitad del equinoccio de otoño y el solsticio de invierno) con una serie de festividades que duraban una semana, y finalizando con la fiesta de los “espíritus” y con ello se iniciaba el año nuevo celta. Esta fiesta de los “espíritus” era una de las fiestas principales pues celebraban lo que para los cristianos seria “el cielo y la tierra” (conceptos que llegaron con el cristianismo). Para ellos el lugar de los espíritus, era un lugar de felicidad perfecta en la que no había hambre ni dolor. Los celtas celebraban esta fiesta con ritos en los cuales, los sacerdotes druidas, sirviendo como “médium”, se comunicaban con sus antepasados esperando ser guiados en esta vida hacia lo inmortal. Se dice que los “espíritus” de los ancestros venían en esa fecha a visitar sus antiguos hogares.
Desde el siglo IV la iglesia de Siria consagraba un día a festejar a “todos los mártires”. Tres siglos después el Papa Bonifacio IV (615) transformo un templo romano dedicado a todos los dioses (panteón) en un templo cristiano dedicándolo a “Día de todos los Santos”, a todos aquellos que los habían precedido en la fe.
La fiesta en honor a Todos los Santos inicialmente se celebraba el 13 de mayo, pero fue el Papa Gregorio III (741) quien la cambio de fecha al 1 de noviembre, que era día de la “Dedicación” de la capilla de Todos los Santos en la Basílica de San Pedro en Roma. Más tarde, en el año 840, el Papa Gregorio IV ordenó que la fiesta de “todos los Santos” se celebrara universalmente.
Como fiesta mayor, ésta también tuvo su celebración vespertina en la «vigilia» para preparar la fiesta (31 de octubre). Esta vigilia vespertina del día anterior a la fiesta de Todos los Santos, dentro de la cultura Inglesa se tradujo al inglés como: «All Hallow’s Eve» (vigilia de Todos los Santos). Con el paso del tiempo su pronunciación fue cambiando primero a «All Hallowed Eve», posteriormente cambio a «All Hallow Een» para terminar en la palabra que hoy conocemos «Halloween».
Existen algunas prácticas tradicionales en las naciones celtas que aún conservan la herencia de dicha fiesta, como las diásporas irlandesa y escocesa. La misma palabra fue usada para nombrar en el antiguo calendario celta, en particular a las primeras tres noches de este mes con el festival marcando el fin del verano y de la cosecha. En los idiomas gaélicos “Samhain” es la palabra para “noviembre” y puede significar “fin de verano”.
En el caso de la cultura celta, el calendario dividía el año en dos partes, la mitad oscura comenzando en el mes de Samonios (lunación octubre-noviembre), y la mitad clara, comenzando en el mes de Giamonios (lunación abril-mayo). Se consideraba que el año comenzaba con la mitad oscura, así Samonios se convertía en el año nuevo celta. Todos los meses comenzaban con la luna llena y la celebración del año nuevo tomaba lugar durante las «tres noches de Samonios», la luna llena más cercana entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno. Las lunas llenas marcaban el punto medio de cada mitad del año durante las cuales se celebraban festivales.
La festividad céltica del Samhain se describe como una comunión con los espíritus de los difuntos que, en esta fecha, tenían autorización para caminar entre los vivos, dándosele a la gente la oportunidad de reunirse con sus antepasados muertos. Para mantener a los espíritus contentos y alejar a los malos de sus hogares, dejaban comida fuera, una tradición que evolucionó convirtiéndose en lo que hoy hacen los niños yendo de casa en casa pidiendo dulces.
Después de que los romanos conquistaran gran parte de los territorios celtas, estos influenciaron el mundo céltico con sus festivales a la diosa romana de la cosecha, Pomona. Más tarde, los cristianos calificaron las celebraciones celtas como una práctica herética, destruyendo bajo este pretexto gran cantidad de la cultura, monumentos, y tradiciones celtas, para afianzar su dominio político y social del viejo continente. Fue la época de sometimiento de los pueblos libres paganos, que eran convertidos al cristianismo demonizando sus creencias, adoptando sus festivales, y convirtiéndolos al cristianismo. Así, el de Samaín se convirtió en el día de Todos los Santos, de donde deriva el nombre inglés de Halloween.
Por el Samhain era costumbre vaciar nabos (posteriormente calabazas, debido a una tradición irlandesa) para ponerles dentro velas. Varios siglos después, esta tradición (que renace en la actualidad gracias al movimiento neo-pagano) tiene continuidad en el actual Halloween, exportación de los irlandeses a Estados Unidos en el siglo XIX y principios del XX.
Su aparición en la cultura gallega actual tiene que ver con Rafael Lopez Loureiro, maestro de escuela de Cedeira (La Coruña) fue el responsable de redescubrir esta tradición y comprobar que existía por toda Galicia hasta hace menos de treinta años. Además, también comprobó su pervivencia en el norte de Cáceres, alrededor de la zona en la que están situadas las aldeas de habla gallega, y en zonas de Zamora y de León cercanas a Galicia y donde la lengua y las tradiciones gallegas están muy arraigadas. Además, este estudioso analizó la relación de la costumbre de las calabazas con el culto a la muerte y a semejanza con las tradiciones hermanas de las islas británicas. Hasta llegó a detectar peculiaridades como la de Quiroga (Lugo), donde la calabaza tallada se seca y se conserva para usarla como máscara en el Entroido. Su trabajo sobre esta tradición, recogido en el libro “Caliveras de melón” (calaveras de melón) y en otra de posterior aparición, empezó a llamar la atención de los antropólogos. Lo que no tuvo en cuenta López Loureiro es la relación entre el Samaín y Magosto.
Hoy en día se celebra con gran arraigo el Samhain o Samaín (adaptación al gallego de la palabra gaélica) en algunas de las ciudades y pueblos de Galicia, como La Coruña, Ferrol, Cedeira, etc.
En la villa ourensana de Ribadavia se celebra cada 31 de octubre la fiesta “a noite meiga” (la noche embrujada) en la que la ciudad “se llena” de fantasmas, brujas, vampiros… El castillo es lugar de un gran pasaje del terror, entre otras actividades.