Este post pretende… Con esta publicación queremos… Dedicamos esta entrada a hablar de…
Posiblemente al leer este primer párrafo te hayas sentido confundido, y es que seguramente hayas tenido la sensación de estar perdiendo el tiempo. No habrán pasado más de 3 o 5 segundos, pero seguramente, o al menos la mayoría de los lectores, tengas la la percepción de que estás perdiendo el tiempo, se trata de un tiempo “mal gastado”.
Y es que el tiempo ha adquirido cada vez mayor importancia en nuestras vidas. Valoramos el tiempo cada vez más como un bien escaso. Nuestros antepasados no sentían esa necesidad de medir el tiempo, al menos de manera tan continua y precisa como la hacemos en el mundo actual. Vivimos muy al límite, muy de prisa, siempre con la amenaza de que no tendremos tiempo para hacer cuanto nos apetece.
Fruto de esta reflexión, al tiempo y la historia del reloj, como instrumento para medirlo, vamos a dedicar la entrada de hoy.
Desde siempre, el hombre es consciente del paso del tiempo gracias a acontecimientos perceptibles y por diferencia entre el momento de inicio de una acción y su final. Como consecuencia, el hombre ha sentido la necesidad de ajustar los tiempos dedicados a cada tarea, a fin de su optimización, y para ello, a partir de determinado momento precisó de instrumentos que lo midieran, así nacieron, entre otros, el reloj de arena el de sol, el analógico, el digital, etc.
En todo caso, el tiempo es un concepto humano, difícil de entender en su totalidad y se relaciona con la forma de sentir las cosas que nos acontecen y con nuestra propia memoria. Hay elementos que además nos hacen variar la percepción mental del tiempo, como pueden ser la emoción, la edad del observador, el acontecimiento observado, etc.
El tiempo es un separador entre acontecimientos, y la manera en como lo medimos es la forma de centrar el consumo del “flujo del tiempo”. El hombre es el creador de la medición del tiempo como una forma de entender el ritmo de la Naturaleza. Y esa necesidad de medir el tiempo ha ido generando nuevos instrumentos y formas para hacerlo a lo largo de la historia.
Con esta publicación no vamos a hacer un tratado de la concepción del tiempo según los principios y teorías de la mecánica clásica, la relatividad o la mecánica cuántica. Vamos a intentar repasar la necesidad del hombre de la medición del tiempo y los instrumentos y técnicas que se han utilizado y su evolución a través de los tiempos.
La medición del tiempo
Un dicho antiguo asegura:
“El que ignora la hora del día es como quien camina en la oscuridad”.
Aunque el tiempo nos ha acompañado desde los inicios de la creación, no es hasta la invención del reloj cuando el ser humano ha sido capaz de medir este concepto tan abstracto.
Desde el principio de la civilización el hombre ha experimentado la necesidad de medir el tiempo, como forma de organizarse personal o socialmente, pues así conseguía regular sus hábitos y tareas.
Seguramente la primera manera de medir el tiempo, ya en tiempos prehistóricos, consistiría en la medición a través de los fenómenos naturales, la salida y la puesta del sol, las fases lunares, las mareas, etc. Parece ser que los primeros intentos para medir el tiempo se basaban en los movimientos de los astros. Así se llegó a conclusiones como que el día sería el tiempo que tarda la Tierra en realizar un movimiento de rotación alrededor de su eje. El año sería el tiempo que la Tierra necesitaría para recorrer su órbita alrededor del Sol. De ahí que podamos afirmar que posiblemente el primer reloj empírico sería la observación de la posición del sol en el cielo.
Además, se crearon calendarios como respuesta a la necesidad de marcar los momentos, por ejemplo, de siembra o recogida de las cosechas.
Pero no resulta fácil la medición del tiempo de una manera única y global, pues la velocidad de la Tierra al recorrer su órbita elíptica alrededor del Sol, muestra variaciones según su posición, más rápida en los momentos de mayor proximidad al Sol y más lenta conforme se incrementa la distancia entre la Tierra y el Sol. Por esta razón, la distancia orbital recorrida por la Tierra mientras se completa una rotación, varía a lo largo del año, lo que ocasiona que la duración del día solar no sea constante.
En base a lo anterior se entiende así la necesidad de “crear” el año bisiesto, pues, tal y como dijimos con anterioridad, el año es el valor que damos al intervalo de tiempo necesario para que la Tierra describir su órbita alrededor del Sol, y ese valor es el de 365,2422 días, esto es 365 día, 5 horas, 48 minutos y 48 segundos. Pero como a efectos de practicidad se ha tomado la conveniencia de definir que el año está conformado por 365 días exactos, es necesario realizar un ejercicio de corrección cada cuatro años, dando lugar al llamado año bisiesto, y que se concreta en incrementar la duración del mes de febrero en un día, esto es el año bisiesto tendría 366 días. Pero este sistema de corrección tampoco es exacto, por lo que hay que hacer una nueva compensación por lo que se suprime un año bisiesto cada cien años. Y el último ajuste se ha determinado manteniendo el carácter bisiesto del año en los múltiplos de 400, y así por ejemplo el año 1900 no fue bisiesto, pero sí en cambio el 2000.
La Iglesia Católica, tomando como base las Sagradas Escrituras, a dividió el día en dos partes de doce horas, doce horas de luz y doce de noche. Las campanas de las iglesias sonaron con fuerza en las ciudades para señalar los tiempos de oración. La precisión y consistencia del reloj mecánico que controlaba el sonido de la campana también comenzó a convertirse en parte de la vida diaria de todo el pueblo. Las campanas de la iglesia y el reloj mecánico se convirtieron en el monitor de la jornada laboral, en la forma de avisar o llamar a los vecinos, etc.
En el mundo civil, como el tiempo se convirtió en una parte dominante del día para los trabajadores en la primera parte de la Edad Media, aparecieron los primeros conceptos de pérdida del tiempo. Ya no se preocupaba por el tiempo que debería dedicarse a Dios, la preocupación, al menos de los poderosos respecto a sus subordinados, era el tiempo que debería dedicarse al trabajo.
La historia del reloj
Etimológicamente “Reloj” es voz griega: de orologion: de ora = tiempo + legein = contar.
En castellano el término aparece a finales del XIV, acaso a través del catalán relotge, que a su paso al castellano se hizo reloge, del plural “relojes”, por lo que la /-j/ se ensordeció convirtiéndose en /x/, como aún pronuncian los sefardíes.
Pues bien, hagamos un rápido viaje por el tiempo para conocer la historia del reloj
Los egipcios, hace varios miles de años, crearon la división del día en 23 horas y el año en 353 días.
En este punto conviene recordar que algunos calendarios, además de marcar hitos agrícolas, también servían para marcar eventos religiosos, por eso eran los sacerdotes quienes anotaban la aparición de las constelaciones o estrellas, llamadas por ellos decían, en el horizonte; cada hora nocturna tenía su correspondiente decan, y así dividieron la noche en 12 decan de intervalos iguales. No obstante, pronto se hizo patente la necesidad de contar con instrumentos más precisos que los calendarios, especialmente en la navegación, pues era necesario compensar de alguna forma la falta de exactitud de estos primitivos medios. Esto motivó a sabios de diversos pueblos a idear mecanismos confiables para regular el tiempo.
En épocas más cercanas, en torno al siglo XVI a.C., en tiempos del faraón Tutmosis III, aparece un instrumento para medir el tiempo, que era un reloj de sol que medía el tiempo mediante la longitud de las sombras. Estaba conformado por una barra indicadora montada transversalmente sobre otra. Una tenía las horas marcas y la otra servía de aguja. Se instalaba horizontalmente con la barra hacia el Sol, al Este por la mañana y al Oeste por la tarde. La lectura de la hora era posible por la posición que tomaba la sombra de la barra indicadora sobre la barra calibrada. Obviamente no podía medir el tiempo cuando era de noche y cuando no había Sol. Estamos hablando del reloj de sol o “sechat”.
En Mesopotamia, en las antiguas civilizaciones a las orillas del Eufrates y el Tigris se medía el tiempo utilizando los zigurats (esos templos con forma de pirámide escalonada) para contar las horas teniendo en cuenta los peldaños que iban quedando oscurecidos por la sombra de sus propios bordes.
En el 600 a.C. los persas generaron el “merkhet” (herramienta astronómica más antigua conocida), que hace posible medir las horas nocturnas.
En la Antigua Roma, el emperador Augusto (27 a. C. y 14 d.C ) mando a construir el mayor reloj de sol del mundo antiguo, aprovechando un obelisco egipcio del faraón Psamético II, el denominado “Reloj Solar de Augusto”, ubicado a escasos metros del Ara Pacis.
En los primeros siglos del cristianismo apenas hay avances en este tema o muy pocos. Paladio en el siglo IV escribe una obra denominada “Re Agrícola” y en él nos explica el uso del “Reloj de pie”. Indica así el uso que se hacía del cuerpo humano para substituir a los relojes de sol.
A partir del año 500 comienzan las órdenes monásticas cristianas, hombres y mujeres se alejaban del mundo para la sola contemplación de Dios y necesitaran, como los antiguos sacerdotes egipcios; medir los tiempos dedicados a la oración, así aparecen los primeros “relojes de misa”. Se trata de un reloj solar en las fachadas meridionales de algunas iglesias.
Paralelamente, y fuera del mundo occidental europeo, hay casos impactantes como el de los calendarios mayas. Así encontramos que Cuzco, actualmente Perú, la ciudad fue desarrollada para que las líneas de visión proporcionaran una visión clara del Sol al salir y ponerse en ocasiones importantes. 41 líneas de visión irradiaron desde Coricancha (Templo del Sol).
Por su parte, los aztecas de Tenochititlán establecidos en Texcoco en torno al 1325, tenían dos calendarios: uno con 260 días y el otro con 365 días. La combinación formó un ciclo de 52 años. El final de un ciclo y el comienzo del siguiente fueron señalados por un evento celestial: el paso de las Pléyades a través de un lugar específico en la noche que indicaba que los dioses estaban complacidos y renovarían el ciclo de vida por otros 52 años.
En China, durante los años 500 – 900 a.C., se usaron relojes de vela (mencionados en el poema chino por You Jianfu y también se atribuyen al rey Alfredo el Grande). Mientras que el 1088 a.C., Su Sung construyó una torre de reloj elaborada, puertas para revelar maniquíes que tocaban gongs o campanas, o sostenían tabletas que indicaban la hora.
Regresemos de nuevo al mundo occidental europeo…
Durante la Edad Media, en Europa, hubo poco desarrollo de tecnología. Se siguieron utilizando relojes de sol para indicar determinadas partes del día. Alrededor del siglo X, parece ser que, limitadamente, se comenzó a usar relojes de sol de bolsillo.
En el siglo XIII surge el reloj de arena. Habitualmente el tiempo que tardaba en vaciarse un recipiente era equivalente a una hora. Tenía un gran defecto, y es que era muy inexacto.
En pleno siglo XIV, Giovanni Dondi desarrolla un reloj planetario (o astrario) muy elaborado, que especifica además de las horas, la posición de los planetas. También se coloca un reloj en la Catedral de Salisbury, y en Sevilla, en la torre de la iglesia de Santa María, se instala el primer reloj mecánico con campanas.
En 1410, se construyó el Reloj Astronómico de Praga, que tiene un fondo que ilustra la Tierra y el cielo, un reloj por hora, líneas curvas que representan 1/12 del tiempo entre el amanecer y el atardecer. Mientras que un círculo con signos del zodíaco y una pequeña estrella que representa el equinoccio vernal y hacen que se pueda leer el tiempo sideral. Es el tercer reloj astronómico más antiguo y es el más antiguo en funcionamiento.
En este mismo año se atribuye a Brunelleschi la invención del primer reloj que sustituye las pesas por un resorte, y por lo tanto es transportable.
Alrededor de 1460 se inventa el muelle de reloj, que proviene de las cerraduras. Curiosamente los primeros relojeros eran también cerrajeros.
En este punto cabe señalar que los primeros relojes se dividieron en veinticuatro horas (en lugar de doce), y que solo tenían una aguja. La línea de doce horas data del siglo XV; En cuanto a la manecilla de los minutos, parece aparecer a fines del siglo XVI.
La invención del reloj fue clave en muchas culturas, desde la antigüedad hasta la Edad Media, abarcando especialmente a los árabes y a su astronomía. Estos relojes árabes –generalmente de Sol–, sobre todo a partir del siglo X, son planos y construidos en mármol o en placas de cobre; no había elementos esféricos y todos, sin excepción, indicaban la dirección de la Kaaba en La Meca.
Según algunas fuentes indican que el primer reloj mecánico lo construyó Richard de Wallingford, abad de San Albano, en 1326, pues al parecer el de Gerberto sólo era un reloj solar. Los relojes mecánicos funcionaban con pesos que hacían girar una manivela.
A partir de aquí comenzaron a construir grandes relojes que colocaban en las torres de las iglesias. Era lógico, al menos en el Occidente cristiano, colocar los relojes mecánicos en los campanarios, de manera de indicar las horas con las campanadas: así marcaban las llamadas a misa y a diversas oraciones.
En el siglo XVI irrumpen en las ciudades más importantes los “relojes astronómicos” como piezas de demostración o exhibición, más para impresionar, educar e informar que para buscar la hora exacta. Los maestros relojeros debían enviar por medio de los relojes dos mensajes: el poder de quien los construiría y la vacuidad del mundo. También el de un mensaje filosófico, de un universo ordenado por los cielos en una jerarquía que se debía respetar en la Tierra.
En 1524 Peter Henlein crea el primer reloj de bolsillo, aunque al principio sólo tenían una manecilla, la de las horas.
En el siglo XVII Christian Huyguens fabrica el primer reloj de péndulo y, años después, el primer reloj con un resorte oscilante que sustituye al péndulo.
En el siglo XVIII, con la Ilustración llegaron más innovaciones trascendentales como el escape de áncora, los cojinetes o la raqueta mejoraron la precisión.
A mediados del siglo XIX, la marca suiza Patek Philippe fabrica relojes de bolsillo y relojes de pulsera.
En 1875, aparecieron en España los primeros relojes remontoirs, o relojes a los que se daba cuerda por la corona, y no como los anteriores, a los que se les daba mediante llave.
En 1888 Cartier fabrica relojes de pulsera para damas con diamantes y la correa de oro.
Ya en el siglo XX, Eterna fabrica el primer reloj de pulsera con alarma, en torno al año 1914, y Hardwood inventa, apenas diez años más tarde, el primer reloj automático de pulsera, que no precisa por tanto que se le de cuerda.
En 1925 aparece el primer reloj de pulsera con calendario perpetuo, creado por la marca suiza Patek Phililppe. Dos años más tarde Rolex Oyster produce el primer reloj sumergible.
En la década de los 50 aparece el primer reloj eléctrico y poco más tarde se investiga el uso del cuarzo, pero hasta 1969 se presenta un Quartz con precisión y miniaturización y desviación mínima diaria de segundos. Ese reloj fue el Astron de Seiko.
En 1961 el astronauta ruso Yuri Gagarin lleva consigo un reloj en su viaje en el espacio. Un año más tarde sería un astronauta norteamericano, Scott Carpenter quien llevase consigo el primer reloj digital, con un dial de 24 horas para evitar confusiones entre AM y PM.
En 1969 Longines produce el primer reloj de cuarto, y tes años más tarde, la misma compañía presenta un reloj de pulsera con pantalla digital de cuatro dígitos. El primero con seis dígitos será un Seiko.
Tipos de instrumentos para medir el tiempo. Tipos de relojes
Hay numerosos instrumentos que han hecho su aparición en diferentes épocas para satisfacer la necesidad de medir, contar y guardar una memoria, del tiempo. Vemos los principales:
Reloj de Sol
Este tipo de relojes, también llamados cuadrantes solares, los encontramos en numerosas civilizaciones, tal y como contábamos en párrafos anteriores, como son los casos de Egipto y Mesopotamia.
Un reloj de Sol muestra la hora por medio de la posición de una sombra en una superficie plana, que tiene marcas que corresponden a las horas.
Reloj de agua
Este tipo de reloj efectuaba la medida del tiempo en base a la velocidad de vaciado, a través de un pequeño orificio, de un recipiente que previamente se habría llenado de agua.
Encontramos numerosas variantes. Así los egipcios, hace unos 3500 años, median el tiempo en base al descenso del nivel de agua contenido en un cuenco, que fluye a través de un orificio en la base. El tiempo se mediría en función de la altura del nivel del líquido que había en el recipiente.
Una variante era la Clepsidra, un gran reloj de agua que indicaba la hora durante la noche, al vaciarse el agua que contenía. Por tanto, mide el tiempo mediante el flujo regulado de un líquido, hacia o desde un recipiente graduado. Consistía en una vasija de cerámica llena de agua hasta cierto nivel, en la base de la cual había un orificio con un tamaño que aseguraría la salida del líquido a una velocidad determinada. En el interior había varias marcas que indicaban el paso del tiempo.
Era utilizado por los sacerdotes griegos para sus observaciones astronómicas y por los griegos y los romanos en los tribunales. En Atenas, por ejemplo, las audiencias judiciales se dividían, vaciando doce clepsidras, en tres períodos iguales: el primero se destinaba a la acusación, el segundo a la defensa, el tercero era empleado por los jueces para dictaminar. Cicerón hablaba de las “horas legítimas” que se le debían como honorarios por sus alegatos.
Los relojes de agua también fueron utilizados por los chinos.
En la evolución de los relojes de agua, encontramos que se perfeccionaron mediante la adición de un flotador con una aguja que se movía frente a un dial graduado en horas.
Reloj de arena
Se basan en un principio análogo al de los relojes de agua, pero son menos engorrosos que los relojes de líquido, además de evitar, en tiempo de temperaturas muy bajas, la congelación del agua. Constan de dos recipientes de cristal unidos por un estrecho canal por el que pasa la arena situada en el recipiente superior para caer en el inferior. Los relojes de arena están construidos, por regla general, de forma que se puede medir en ellos un tiempo total de una hora, sobre una escala dividida en cuartos.
Reloj de torre
Estaban conectados a una gran campana, e indicaban las horas a través de un toque sonoro, marcando las horas y cuartos de hora.
En España, la información más antigua sobre la instalación de un reloj de torre data del año 1378, en un documento de las condiciones establecidas entre el cabildo de la catedral de Valencia y Juan Alemany, un maestro de relojes alemán.
Reloj de péndulo
Lo inventó el relojero Chritian Huygens en el siglo XVII, a pesar de que anteriormente Galileo Galilei estableció las bases estudiando la cinética del péndulo.
Los primeros relojes mecánicos funcionaron gracias a un peso suspendido debajo del reloj por una cuerda o una cadena. Este peso dio lugar a un tren de engranajes para girar la aguja o agujas. El reloj solo podría funcionar correctamente si pudiéramos regular la caída del peso.
En 1670, el científico inglés R. Hooke inventa el escape de áncora (ancla) para el reloj de péndulo, sistema que se usa aún. En este mecanismo el péndulo oscila solitario al áncora, pieza terminada por dos uñas que alternativamente bloquean y liberan la rueda Catalina. El escape de áncora fue mejorado por otro inglés G. Grahan, quien introdujo el sistema de “pulsación silenciosa”, en 1715.
Reloj de bolsillo
Anteriormente a la aparición del reloj de bolsillo en el siglo XV, el concepto de “reloj personal” no iba más allá del tradicional reloj de sol, el reloj de arena o de artefactos como la vela graduada.
Los primeros registros de este tipo de relojes se remontan al año 1481. Fue cuando el rey Luis XI de Francia, pagó 16 liras y 10 sueldos (de moneda tornesa) al relojero Jehan de París, por un reloj portátil provisto de cuadrante que suena las horas. El furor por la pieza fue tal que mandó a que apareciera pintada en uno de sus retratos oficiales.
Inicialmente tenía una forma cilíndrica y posteriormente a partir del siglo XVI irían produciéndose, en Nüremberg, de manera más profusa con forma ovoidea. Estos relojes pronto fueron conocidos por toda Europa y su invención se le atribuyó a Peter Henlein, en el año 1524. Su gran hándicap es que tan sólo contaba con una hora de autonomía. Más adelante y para asegurar que en la actividad permanecieran seguros se les dotó de una cadena colgante conocida como leontina que podía ser elaborada en oro, plata o níquel.
En la mitad del siglo XVI hicieron su aparición preciosos relojes de bolsillo con cajas finamente talladas, caladas o pintadas con esmalte, en un sinnúmero de formas.
Cronógrafo
Un cronógrafo es una función del reloj que permite contabilizar tiempos cortos a demanda.
Cronómetro
Realizado por dos investigadores ingleses: J. Harrison y T. Earnsaw en el siglo XVIII.
La exactitud del cronómetro dio lugar a una aplicación esencial en las técnicas de navegación, en la determinación de las coordenadas de un barco, mediante la medida simultanea de la latitud, por observaciones del Sol y las estrellas; y la longitud, mediante la lectura del tiempo de referencia (tiempo del meridiano de Greenwich) en el cronómetro de a bordo, y la medida del tiempo local mediante observación astronómica, teniendo en cuenta que cada 15 grados de longitud equivalen a una diferencia en tiempo de una hora.
Reloj de pulsera
El primer reloj de pulsera parece ser que fue hecho a petición de la Reina de Nápoles María Carolina de Austria en 1812. Este singular reloj realizado por capricho de la Reina era un simple reloj de bolsillo atado o mejor dicho montado sobre un brazalete de oro y piedras preciosas.
Según otras fuentes el primer reloj auténtico de pulsera (o mejor dicho de muñeca) sería una creación del siglo XIX de Patek Philippe, para unos autores. Para otros sería el brasileño Alberto Santos Dumont y Louis Cartier los verdaderos inventores en los albores del siglo XX. No obstante su fabricación en masa se produce en la Primera Guerra Mundial que impulsó su uso cuando los oficiales y soldados del ejército se vieron obligados a utilizarlos, y después de la guerra era común que los hombres llevaran en sus muñecas el utilitario artefacto.
El primer reloj de pulsera eléctrico del mundo fue el Hamilton Electric. Dichos relojes se alimentan gracias al empleo de pequeñas pilas y funcionan mediante diminutos dispositivos que hacen avanzar el segundero a saltos, mientras que las manecillas correspondientes a las horas y los minutos se mueven, con mayor lentitud, accionadas por un engranaje convencional.
Reloj de cuarzo
Fue inventado en 1929 por un americano, Warren Albin Marrison, de la firma Bell Telephone, quien incorporó cristales de cuarzo a un reloj eléctrico. Su gran virtud era su gran exactitud, pues estimaba una imprecisión de entre 30 y 0,3 segundos por año.
Reloj digital
Son relojes que utilizan una pantalla LED para dar la hora, no utiliza ningún tipo de mecanismo como el de los relojes de cuarzo o mecánicos, sino que a través de una pila de 3 voltios es capaz de durar funcionando hasta 10 años dando la hora puntualmente.
El primer reloj digital se patentó en Estados Unidos de América, en la década de los 50, pero su comercialización masiva inicio en la década de los 80, cuando la empresa japonesa Casio lanzó al mercado el primer reloj digital, que vino a revolucionar el uso de los relojes debido a su innovador diseño, en que sin necesidad de mecanismos complejos, permitía traer disponible todo el tiempo, un reloj sumamente exacto. Había el llegado el momento de entender, en los tiempos modernos, el reloj como una máquina de medir el tiempo y no como una joya.
Reloj atómico
Se empezó a desarrollar en 1946. Los científicos han utilizado las frecuencias naturales de oscilación de átomos y moléculas como patrones de tiempo, en ciertos tipos de relojes de muy alta precisión. Creado en 1949 por físicos del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST) de Estados Unidos, su funcionamiento se basa en el cálculo del tiempo que duran los cambios de energía en los átomos. Es usado por la comunidad científica que necesita medir fenómenos en millonésimas de segundo. Su precisión es muy elevada, ya que se estima que la variación máxima de marcha es menor de un segundo cada 100 años. Es el más exacto de todos los relojes de la actualidad.
Smartwatch o reloj inteligente
Son fruto de los avances de las tecnologías de la informática y las telecomunicaciones.
Posiblemente el primer reloj inteligente sea el que surgió en el año 2000, y que contaba con sistema operativo Linux, memoria RAM y Bluetooth. A partir de ahí han evolucionado incorporando funciones más complejas.
Este tipo de relojes, o mejor dicho pequeños ordenadores, se utilizan como relojes de pulsera, pero además de facilitarnos la medición del tiempo, incorpora numerosas utilidades como pueden ser: conexión a Internet, sincronización con nuestro smartphone, el estado del clima, avisos de mensajes, control constantes vitales, GPS, pronóstico climático, ubicación geográfica, etc.
El origen del sistema sexagesimal para la medición de las fracciones horarias
Los sumerios, en el III milenio a.C. dieron preferencia en un principio al número 60 por ser fácilmente divisible. No solo se obtenían pocos restos al dividir y operar con el número 60 y sus múltiplos, sino que además estos restos no tenían decimales periódicos (como por ejemplo 1/3 = 0.333…), un concepto matemático que los sumerios no podían manejar por aquel entonces. El país de Sumer fue conquistado en el 2400 a. C. por los acadios, y más tarde por los amorritas (también conocidos como babilonios) en el 1800 a. C. Cada poder conquistador sucesivo parecía apreciar de igual manera el sistema sexagesimal por su practicidad, incorporándolo a sus propias matemáticas. De este modo, la idea de dividir el tiempo en unidades de 60 perduró y se extendió hacia al este por Persia, la India y China, así como por el Oeste hasta Egipto, Cartago y Roma.
El sistema encajaba perfectamente con el logro de los astrónomos chinos al descubrir las doce horas astronómicas de las estrellas (un descubrimiento principalmente teórico, ya que la mayor parte de la población se guiaba por el sol). También funcionaba de acuerdo con las estrategias militares imperiales, en particular en lo que respectaba a la división de la vigilancia nocturna en múltiples intervalos de idéntica duración. Los egipcios empleaban tres turnos de centinela por noche, los romanos cuatro.
Con las innovaciones griegas e islámicas en geometría, se descubrió que 360 no era solo la duración exacta de una órbita terrestre ideal, sino también un número perfecto para medir y dividir el círculo. De este modo, el sistema sexagesimal empezó a consolidar su lugar en la historia al convertirse en un concepto esencial para las matemáticas y la navegación (al dividirse el globo terrestre en grados de longitud y latitud).
Finalmente, con la invención del reloj en el siglo XIV, el círculo de este mecanismo fue dividido en cuadrantes sexagesimales en los que cada minuto se subdividía a su vez en 60 segundos, conservando así la base sexagesimal inventada miles de años atrás por los sumerios.
Conclusiones
A lo largo de la historia, el hombre ha buscado la manera de controlar “el paso del tiempo”.
Muchas antiguas civilizaciones tenían un concepto tosco del paso del tiempo. Evidentemente, el día empezaba cuando salía el sol y la noche cuando se ponía. Pero el paso de semanas, meses y años no era tan obvio; sin embargo, estos ciclos también habían sido esbozados por los pueblos de la antigüedad.
Un mes era la duración de un ciclo lunar completo, mientras que una semana era el tiempo que transcurría en una fase del ciclo lunar. El año podía calcularse basándose en la sucesión de las estaciones y la posición relativa del sol. Cuando se consiguió determinar el cénit del sol, los estudiosos de la antigüedad pudieron contabilizar el número de amaneceres/ocasos que pasaban hasta que el sol alcanzaba su cénit de nuevo. De este modo, los antiguos egipcios, mayas y babilonios, ente otros, determinaron que el año tenía 360 días. Pero fueron los astrónomos y matemáticos sumerios los primeros en dividir sistemáticamente el paso del tiempo. Su concepción fue ampliamente aceptada y se extendió por toda Eurasia.
Hasta la invención del reloj mecánico, los días medievales estaban divididos por el paso del sol. Había partes en un día pero no horas iguales. A medida que el uso de relojes mecánicos se extendió desde Italia por Europa Occidental en el siglo XIV, comenzó una estandarización y ecualización del tiempo.
Y esto es todo por hoy. A vosotros os compete ahora decidir si este (demasiado extenso) post, os resultó interesante, pero sobre todo si habéis “perdido” mucho tiempo con su lectura. Confiamos en que lo hayáis invertido, y no gastado.
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Nuestras lecturas recomendadas
Referencias
La medición del tiempo a lo largo de la Historia. De Escudero Ferrer, L.A.
Historia del reloj. De López Sainz, C.
https://historiaybiografias.com/
https://historiareloj.blogspot.com/