Joyas, ornamentos en el calzado y las prendas lograban distinguir a las mujeres patricias de las plebeyas.
En Roma, los materiales preferidos para las piezas de joyería eran el oro, la plata, el carey, el jade, piedras preciosas, piedras semi-preciosas (como el granate), conchas de nácar, pasta vítrea, cobre, bronce e hierro. Las joyas más preciadas eran las perlas. Las piezas de joyería tenían diferentes formas, en primer lugar cabe recordar que fueron los creadores del anillo-sello y que la simbología preferida era la que versaba sobre Cupido, las aves, escenas mitológicas, etc.
En el mundo romano una joya se usaba para simbolizar un status, además de para adornar. De la sencillez de los primeros tiempos de roma se pasó con las sucesivas conquistas en Oriente a la pasión por el lujo y el exceso debido a la influencia de los gustos asiáticos. Así, por ejemplo, el anillo reflejaba la clase social a la que se pertenecía y, con posterioridad, el nivel económico del portador.

La función asignada principalmente al anillo en su origen fue la de sello para firmar documentos oficiales y privados.
Las mujeres tenían mayor variedad de joyas: hebillas, horquillas, anillos, brazaletes, pendientes, collares, pulseras, alfileres, broches, gargantillas y aros para los tobillos. En su mayoría estaban decorados con piedras preciosas incrustadas. Los camafeos se elaboraban en piedras polícromas que poseían varias capas, unas claras alternando con otras oscuras, especialmente la que sirve de fondo de la imagen, para conseguir efecto de profundidad y variedad de color.








