Con esta publicación vamos a intentar hacer una síntesis de lo que diferentes autores han venido narrando sobre los hechos acontecidos con Angela Maria Raubal (conocida como Geli Raubal), sobrina de Hitler, fallecida, aparentemente por suicidio, el 19 de setiembre del año 1931, semanas antes de que su tío accediese al poder.
Geli Raubal vivía en el número 16 de Prinzregentenplatz, en la ciudad alemana de Munich, residencia del, en aquel entonces, secretario del partido nacionalsocialista Adolf Hitler. El cuerpo se encontró, según la versión oficial, en una habitación cerrada, en la segunda planta del domicilio antes señalado. El dictamen tras una rápida investigación fue que se había suicidado con una pistola, propiedad de su tío, horas después de haber mantenido una fuerte discusión con él.
Ocho años antes, Hitler había salido de prisión donde estuvo por agitador y le pidió a su hermanastra Angela Raubal que fuese a Munich a ocuparse de su casa. Ella fue con su hija, Geli. Hitler, enseguida, quedó arrobado. No era la primera mujer de su vida pero Geli fue especial apenas la conoció. Antes y después, las relaciones amorosas de Hitler habían sido al menos extrañas. Eran distantes, sin emoción, artificiales. Así ocurrió con la actriz Renaté Mueller, con Maria “Mimi” Reiter, con Helena Hanfstaengl, con Henrietta Hoffmann y hasta con Eva Braun, que se convertiría en su esposa en los últimos instantes de sus vidas en el búnker de Berlín, en 1945.
Pero Geli… en 1931 se había convertido en una muchacha simpática, de grandes rasgos, vivaz, coqueta y frívola. No era una belleza pero tenía su encanto. Geli era el centro de atención cada vez que su tío la llevaba al Café Neumaier o al Café Heck, de Munich. Hitler se paseaba con ella por todo Munich, la llevaba a la ópera, la adulaba en público, le compraba ropa personalmente, la exhibía. Y Geli se aburría enormemente, como con las clases de música que le pagaba su tío. Todas las licencias y todas las banalidades le estaban permitidas. Él se mostraba encantado y sus partidarios más cercanos lo veían como a un adolescente enamorado a pesar de que le llevaba 19 años. De hecho, los biógrafos del dictador nazi aseguran que sólo dependió emocionalmente de dos mujeres, su madre y Geli Raubal.
Ella fue la única mujer que rompió con un molde que Hitler cumplía y hacía cumplir a rajatabla con las mujeres: jamás debían ser protagonistas, y en las escasas oportunidades que les permitía concurrir a alguna reunión de camaradas, en alguna cervecería, debían participar modestamente y nunca pontificar o contradecir a Hitler.
Pero las cosas no eran tan sencillas para Geli. Hitler controlaba sus viajes y mayormente no los autorizaba. Ella quería libertad y su tío le imponía una vida asfixiante. A pesar de que quería a Geli como un loco, este matiz de la personalidad del dictador se mantuvo inalterable con las siete mujeres que mantuvieron relaciones amorosas con él. Seis de las cuales se suicidaron o lo intentaron, inclusive la última, Eva Braun.
La figura de Hitler fue omnipresente en la vida de Geli desde su más tierna infancia. “Tío Alf”, como lo llamaba la joven desde pequeña, ejerció como tío, tutor y mentor. Geli perdió a su padre cuando era niña, de tal forma que el futuro führer tuvo a bien ocupar el lugar reservado para la figura paterna, llegando a ocuparse de sus estudios y alojándola en su misma vivienda. La relación era muy estrecha, demasiado según ciertos rumores.
Mucho se ha escrito sobre la relación entre ambos. Hechos constatados encontramos varios, por ejemplo: durante toda su vida, en todos sus despachos y habitaciones, Hitler quiso tener un retrato o un busto de su sobrina. Además la habitación en la que murió su sobrina, sería sellada, manteniéndola en el estado en que se encontraba, casi como un mausoleo en su recuerdo. Según algunos testigos, el cuerpo presentaba heridas por agresiones y tenía la cara destrozada. La investigación se cerró en ocho horas, el cuerpo se incineró y el informe de la autopsia desapareció.
El desconocimiento que existe sobre este episodio responde a la denominada paradoja de Eva Braun, una de las diez mujeres más famosas de la Historia pero prácticamente desconocida hasta su muerte a pesar de ser la pareja de Hitler. Y por el contrario, Geli fue conocidísima porque el escándalo de su muerte fue muy grande, pero tras 1945 nadie volvió a hablar del tema.
Las teorías sobre lo que convirtió a un pintor mediocre y antisemita en el activador de la mayor guerra que el mundo haya conocido y del más masivo genocidio de la Historia son innumerables. Pero en lo que apenas se había reparado era en aquellos desconocidos y dramáticos hechos que a finales de 1931, dos años antes de que el líder nazi se convirtiera en 1933 en canciller alemán, le afectaron tan íntimamente. ¿Alteró aquello la personalidad de Hitler de forma decisiva afectando también al devenir de la Historia?.
Conviene recordar que en 1931 los funcionarios de Justicia de Baviera, provincia a la que pertenece la ciudad de Munich, ya eran todos nacionalsocialistas. Enseguida se habló de que Geli se mató manipulando o jugando con el arma de Hitler, versión que hicieron circular los propios nazis. Luego de una rápida autopsia se sentenció que se había tratado de un suicidio y el cadáver fue enviado de prisa a Viena.
Cuando ocurrió la muerte, Hitler tenía una coartada: estaba en un hotel de Nuremberg para una reunión política. El mismo 19 de setiembre volvió a Munich y lo hizo tan rápido que la policía lo detuvo unos instantes por exceso de velocidad. Sus hombres más cercanos contaron que al conocer la noticia de la muerte de su sobrina, se puso histérico y luego cayó en una gran depresión. Se recluyó en la cabaña que su amigo y editor Adolf Muller tenía sobre el lago Tegernesse. La historia que circuló entre los allegados fue que el líder del partido hablaba de dejar la política y hasta se cuenta que Rudolf Hess, quien fuera luego su lugarteniente, se apresuró a quitarle una pistola de la mano con la que pensaba matarse. ¿Qué hubiese sido de la historia si Hess no llegaba a tiempo?.
El escándalo sacudió al partido. En una semana había elecciones municipales en Munich y un titular periodístico se atrevió a decir: “El partido (nazi) está gobernado por homosexuales y solteros emperdernidos”. El periódico “Munchen Post” señalaba que Geli tenía la nariz rota y otros golpes en el cuerpo. Pero nada figura en la autopsia ni fue mencionado por las dos mujeres que levantaron el cadáver.
Otto Strasser, enemigo político de Hitler, lo trató de sádico y pervertido. También dijo que un comando de las S.S. fue el que eliminó a Geli porque estaba embarazada de un joven artista judío. Además, su tío tenía miedo de que Geli lo abandonara y comenzara a hablar de sus relaciones íntimas.
La mamá de Geli, subrayó el misterio. Según le contó a oficiales estadounidenses luego de la guerra, su hija quería casarse con un violinista y tanto ella como Hitler se lo prohibieron terminantemente. Hubo quien pensó que el ansiado viaje a Viena del que hablaba la última carta era para ver a ese novio. Otros dijeron que estaba embarazada del muchacho y que su intención era ir a abortar.
Un año y medio después de la muerte de Geli Raubal, el periodista Fritz Gerlich, dueño del “Der Gerade Weg”, anunció que revelaría en su diario quién ordenó la muerte de Geli. Pero en marzo de 1933, un escuadrón de tropas de asalto de las S.A., otro grupo militarizado del partido nazi, entró a su despacho, destruyó los archivos y le dio una paliza. Lo mandaron al campo de concentración de Dachau. Un mes después, George Bell, uno de los principales informantes de Gerlich, fue asesinado. Lo mismo ocurrió con Gerlich pero el 30 de junio de 1934, en la llamada “Noche de los Cuchillos Largos”, cuando el líder nazi desató asesinatos por todas partes para deshacerse de las S.A.
Tal vez Geli, desesperanzada, se haya suicidado para escapar a la presión psicológica que ejercía su tío. O acaso él la mató o la haya mandado a matar. Lo seguro es que los temores de los suyos sobre el futuro político de su jefe y de su partido se disiparon pronto. En las elecciones de Munich de 1931, los nazis salieron segundos muy cerca de los socialdemócratas. Y en 1933 Hitler fue canciller del Reich. La muerte de Geli Raubal quedó olvidada, sepultada por millones de otras muertes que vinieron después.
En este punto, y para contextualizar la historia, conviene recordar algunas cuestiones de la biografía de Adolf Hitler. Nació en 1889 en el seno de una familia de clase media en Braunau am Inn, en el imperio Austrohúngaro (actual Austria). Su padre era un funcionario de aduanas, y sería fruto del tercer matrimonio de este siendo el tercer hijo de la pareja. De todos los hermanos (un total de cinco) solo llegarían a la edad adulta él y su hermana Paula, una persona con limitaciones psicológicas.
Su padre, lejos de ser cariñoso, solía pegar al joven Adolf (Adi entre sus familiares) lo que hizo que su carácter se endureciese. Su madre por el contrario le tenía endiosado, dándole todo el componente afectivo que su padre nunca le había aportado.
Adolf, era un buen estudiante de primaria, pero debido a las constantes mudanzas de su familia y a su rebeldía contra su padre (quería que emulase su carrera profesional y fuese funcionario) decidió hacerse pintor sin mucho éxito abandonando la educación secundaria a los 16 años sin titulación.
Cuando tenía 17 años su madre falleció de un cáncer de mama, momento en el que Hitler se mudó a Viena para intentar vivir de la pintura e ingresar en la escuela de Bellas Artes de la ciudad.
Su relación con su hermana siempre fue distante, ella lo consideraba un matón cuando eran niños, y posteriormente, cuando fueron mayores, él siempre la mantuvo oculta (con el pretexto de que era por su propia seguridad), sugiriéndole en algunas ocasiones que se cambiase el apellido por Wolf (lobo), que era su apodo autoimpuesto.
La relación de Adolf Hitler con las mujeres siempre fue peculiar, si bien él quería ser un soltero solitario de por vida, comprometido con su país y casado exclusivamente con Alemania, tuvo varios encuentros amorosos a lo largo de su vida. De todas las amantes conocidas de Hitler, la más celebre siempre ha sido Eva Braun. Relegada durante años al papel de su acompañante, ella terminaría por ser su esposa el día antes del suicidio de ambos. Durante todo su noviazgo, ella vivió enamorada hasta límites obsesivos de Adolf, quien, hasta poco antes de su muerte, no la reconoció como su pareja, manteniéndola como amante durante años en diversos lugares. Debido a la apretada agenda del jefe de estado, y sus repentinas idas y venidas, Eva protagonizó en dos ocasiones intentos de suicidio, salvando la vida en ambos. Como dijo en su diario “El tiempo es delicioso y yo, la amante del hombre más grande de Alemania y del mundo, tengo que quedarme sentada en casa (Berghof), mirando por la ventana”. Las páginas de ese día concluyen diciendo: “¡Dios mío, si al menos él me respondiera! ¡Una sola palabra, en tres meses de ausencia! No hay esperanzas… ¡Si alguien viniera a ayudarme!”. A pesar de que rara vez fuesen juntos a actos públicos, Eva Braun pasaría a la posteridad como la pareja de Hitler.
Y para saber algo más sobre la personalidad de Hitler, podemos recurrir a los escritos de su sobrino William, hijo del hermanastro de Hitler, Alois, y su esposa, la irlandesa Brigid Dowling. Criado en Inglaterra buscó trabajo en Alemania junto con su tío. Pasó veranos en la casa de campo de su tío en Berchtesgaden, siendo real testigo de las cosas que Adolf hacía en su vida privada. Y en un artículo que escribió, describe los horrendos hábitos del dictador nazi: desde su apetito por la crema batida hasta su régimen de opresión e intimidación. Se sabe que William llego a chantajear al dictador, exigiendo un trabajo mejor, y se cree que lo había amenazado con decir a la prensa que el presunto abuelo paterno de Hitler era un comerciante judío.
Según la familia, Adolfo Hitler lo forzó a huir de Alemania cuando rechazó adquirir la ciudadanía, incumpliendo las órdenes del dictador. Después del exilio, William comenzó a escribir sobre la vida personal de su tío, incluyendo un relato escalofriante de incesto: “Cuando visité Berlín en 1931, la familia estaba en problemas. Geli Raubal, sobrina de Hitler, se había suicidado. Todo el mundo sabía que Hitler y ella intimaban, y que ella había estado esperando a un niño, un hecho que lo enfureció. Además, su revólver fue encontrado al lado del cuerpo de ella”.
William recordó las reacciones de Hitler a su escritura, diciendo: “Publiqué algunos artículos sobre mi tío cuando volví a Inglaterra y fui convocado nuevamente a Berlín y llevado por mi padre y mi tía al hotel de Hitler. Estaba furioso. Paseando de arriba a abajo, de ojos salvajes y llorosos, me hizo prometerle retractarme de mis artículos y me amenazó con matarme si algo más de su vida privada se escribía”.
En un intento de aproximarse a la recreación de lo que pudo haber acontecido, aunque parte de su argumento y los diálogos sean fruto de la imaginación del autor de la obra, dado que reconstruye los hechos incluyendo a importantes personajes de la estructura del Partido Nazi, os recomendamos la lectura de una obra que trata sobre este “desconocido acontecimiento”. Nos referimos a la novela “El ángel de Munich”, editado en español por Alfaguara. Se trata de una novela histórica, escrita por Fabiano Massimi (Módena, 1977), que abordó tras años de investigación. Recurrió para ello a testimonios directos (hoy prácticamente desaparecidos) , en la obra “Hitler et moi” de Otto Strasser, hermano del designado posible sucesor del dirigente nazi, y que huyó a Francia en 1940.
¿Quién estaba tan interesado en enterrar el caso? ¿Por qué la historia apenas ha tratado este asunto ocurrido en plena carrera de los nazis hacia el poder? “He intentado entender por qué ha quedado fuera de la cultura universal. No hay ni una película, ni un ensayo, ni una obra de teatro sobre esto en ningún idioma. Y sin embargo, en la Alemania nazi todo el mundo conocía el destino de la sobrina de Hitler: el escándalo de su muerte era demasiado grande como para ignorarlo. Creo que hubo un deseo de olvidar cómo se sacrificó el derecho de justicia de una joven para allanar el camino de una revolución política. La muerte de Geli Raubal fue un ensayo general de los errores que vendrían después”, asegura el escritor Fabiano Massimi, quien aborda el caso desde una ficción apoyada en toneladas de documentos.
Hay que decir que Geli Raubal estaba muy presente en la vida del partido nacionalsocialista a principios de los años treinta. Su tío, Hitler, que siempre tuvo un retrato suyo cerca, la llevaba incluso a las convenciones y fiestas. “Yo la amaba. Ella me amaba. Es la única mujer con la que me habría casado. A partir de ahora, mi esposa será Alemania”. Tanto estas palabras de Hitler como todo lo que dicen los personajes históricos está sacado directamente de memorias, registros, declaraciones, diarios, cartas y biografías.
La novela funciona como un thriller ambientado en esos días de 1931 que pudieron dar un vuelco a la historia. Narra cómo los comisarios encargados de la investigación se toparon con múltiples problemas burocráticos, testigos manipulados, pruebas que desaparecen, trampas, etc.
El planteamiento es un campo abonado para la teoría de la conspiración. Pero lo cierto es que había dos personas que tenían datos fundamentales sobre qué ocurrió realmente en aquel lujoso apartamento de Múnich y las dos murieron cuando los nazis llegaron al poder.
En la novela, el caso se resuelve, el lector termina sabiendo quién acabó con la vida de Geli Raubal, incluso los motivos que le llevaron a ello. Sin embargo, la verdad todavía no es conocida.
La conclusión del autor es que si Geli hubiera recibido la justicia que se merecía, el siglo XX hubiera podido tomar un rumbo diferente.