Las leyendas también forman parte de nuestra historia. Mitos y personajes que a lo largo de los años han causado, en el caso de los personajes a que dedicamos este post, situaciones de misterio, miedo y en ocasiones terror. Hoy os hablaremos del coco, el hombre del saco y el sacamantecas.
Si bien, intentaremos hacer una presentación de la información que hemos recabado sobre estos personajes, lo cierto es que en algunos casos se presentan como seres diferentes, y en otros como denominaciones de un único personaje, por lo que las historias sobre los mismos se entremezclan.
Empezaremos con el Coco, un personaje que atormentó a millones de niños alrededor del mundo. Lo encontramos en España, en Portugal y en números países de América Latina, con nombres como: “côco”, “coco”, “cucay”, “cuco”, “cuca”, etc. Es un monstruo del que nunca se representó ni su figura ni su cara, por lo que no hay ninguna representación o descripción de su apariencia. Este hecho ha potenciado, si cabe, el que la imaginación disparase el aspecto que, para cada uno, pudiese tener, conjugado aspectos como el peligro, el horror y lo aterrador.
También es conocido con otros nombres: “Bogeyman”, “Babau”, “Butzemann” y “Bala”. En algunas culturas es personificado por un hombre sin rostro con apariencia ominosa, en otras es un monstruo similar al Diablo. No existe un nacimiento claro del mito, situación que lo transforma en un elemento histórico libre de interpretación y a la vez, en una curiosidad social.
Se cree que el Coco fue originalmente una referencia para las criaturas traviesas llamadas hobgoblins. Debido a que el coco tiene un impacto global tan grande, es difícil determinar qué país contó las primeras historias de este monstruo.
Se trata de una abstracción poética, y, por eso, el miedo que produce es un miedo cósmico, un miedo en el cual los sentidos no pueden poner sus límites salvadores, sus paredes objetivas que defiendan, dentro del peligro, de otros peligros mayores, porque no tienen explicación posible.
Las descripciones del Coco varían de un país a otro, aunque hay algunas similitudes. Se dice que muchos tienen uñas largas o garras que usan para raspar contra los cristales de las ventanas en medio de la noche. También hay historias que dicen que el Coco tiene ojos aterradores que persiguen a los niños que se aventuran a salir al exterior cuando oscurece.
El niño lo considera como un personaje real, desconocido, peligroso y malvado, pero no de ficción, que es lo que es en la realidad de la narración adulta. Los destinatarios de la leyenda son los niños pequeños: desde los recién nacidos hasta los que tienen uso de razón. Va siempre unido a la oscuridad, ese mundo mágico y simbólico por los peligros fantasmagóricos que encierra, y simboliza el miedo a lo desconocido. Por eso, se utilizaba para que fuéramos obedientemente a la cama, nos durmiéramos pronto y, sobre todo, no abandonáramos la cocina durante la noche. Abrir la puerta de la cocina, después de haber oído ruido en el portal o en las habitaciones superiores era correr todo un riesgo: encontrarte con el coco. No digamos nada de si se nos ocurría asomarnos a la puerta de la calle en una noche de gélido frío y oscuridad cerrada. Considérese que entonces no había iluminación pública.
El Coco es un espíritu demoníaco que podemos encontrar en muchas comunidades y culturas latinas. Estrechamente asociado con el Hombre del saco, también es una expresión común para una cosa o persona que causa miedo o incomodidad irracionales, de forma muy similar al término Bugbear se usa en otras culturas.
Casi todos sus nombres derivan de una sola palabra en inglés: booge, que tiene un vínculo con los duendes. En la cultura europea, alrededor de los años 1500 d.C., surgían historias sobre estos personajes, descritos como pequeños hombres con barba y vello en todo el cuerpo. Los relatos narraban que los individuos vivían en los hogares con las familias, pero sólo estaban activos de noche realizando diferentes actividades, como limpieza y orden; así pudo nacer el mito, en boca de los padres vinculando a los seres míticos con amenazas. De esa forma el objeto de fantasía tomaba un sentido oscuro, causando un impacto mayor en los niños.
El Coco, aunque misterioso, se entiende mejor a través de sus motivaciones. Está principalmente obsesionado con los niños, aunque hay mitos en algunos países que sugieren que el coco buscará a cualquiera que sea culpable de hacer el mal. Independientemente del grupo de edad al que pertenezca un coco en particular, parece ser un tema común que el coco no atacará a aquellos que son considerados “buenos”.
El Coco es utilizado como medio para imponer tabúes y garantizar que los niños duerman cuando se les indica, advirtiéndoles que en el caso de desobedecer, el Coco los perseguirá para infligirles una serie de castigos horribles que, dependiendo de la historia, serían: que o bien se los come o bien se los lleva para no regresar jamás
En ocasiones el Coco aparece como una mujer, conocida como Coca; y ambos seres serían como extensiones del mismo monstruo y, como tal, Coca sería poco más que un Coco con un disfraz femenino y viceversa.
Babaroga es un Coco croata que tiene un hambre profunda de niños desobedientes. Acecha a su presa por la noche y la lleva de vuelta a su oscuro escondite donde la devora.
Otra versión del personaje hizo su aparición en México: “El Ropavejero”.
En países de habla inglesa era conocido como el Sack Man (hombre del costal) y por lo general se le atribuía un rostro horrendo con brazos delgados. Se amenazaba a los niños con que el personaje se los llevaría a un lugar desconocido. En algunas zonas, ese individuo también nació como una contraparte negativa a un personaje amado: Santa Claus, quien en lugar de robarse a los pequeños, les da regalos.
Llama la atención en este monstruo el hecho de que se haya convertido en el protagonista de una canción de cuna o nana, esas canciones que seguramente desde los inicios de la civilización todos los pueblos han cantado a los niños y que tendrían como objetivo arrullar a los bebés para que se durmieran mecidos por los sonidos armónicos de la canción. Nana que combina palabra, música y vaivén, y que es esencialmente efectividad:
Duérmete, mi niño,
que viene el coco,
y lleva a los niños
que duermen poco.
Duérmete, niño,
duérmete ya
que viene el coco
y te comerá.
Este personaje sería utilizado también por afamados escritores y artistas. Así, Francisco Goya realizó un grabado titulado “Que viene el Coco” (1799), donde los niños se ven aterrorizados, mientras que la madre parece tranquila mirándolo con curiosidad. El mismo Miguel de Cervantes usó al personaje en el epitafio de Don Quijote:
Tuvo a todo el mundo en poco,
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura
morir cuerdo y vivir loco.
Pasada la infancia, este personaje pierde totalmente su poder, cuando la vida nos despoja del grado de inocencia necesario para sucumbir ante aquella imagen inducida, y otras figuras del miedo nos llegan para ocupar su lugar.
En el caso del hombre del saco nos referimos a un personaje que ha formado parte del imaginario popular en España e Hispanoamérica. Es similar al Coco e identificable con el sacamantecas, ya que tiene el mismo origen que éste último.
Expresiones como: ¡Por ahí viene el viejo del saco!, ¡Haz lo que te digo o te llevará con él! son algunas de las asociadas a la figura de este personaje.
Se le suele representar como un hombre que vaga por las calles cuando ya ha anochecido en busca de niños para llevárselos en un gran saco a un lugar desconocido.
Hay muchas variaciones en cuanto a por qué el hombre del saco se aprovecha de sus víctimas. La mayoría de las versiones del hombre del saco vendrán después de los niños si han sido traviesos y han desobedecido a sus padres de alguna manera.
Si bien se desconoce su origen, tal vez éste pudiese asociarse al descuidado aspecto que mostraban los mendigos e indigentes que formaban parte de la vida urbana, y que en busca de algo de alimento o posible valor, entre los restos de la basura, guardaban lo que encontraban, junto con la mayoría de sus pertenencias en un saco. Se cree que esa imagen se utilizaba para que en el subconsciente de los más pequeños se asentase el mensaje del futuro que les podía esperar si no cumplían con cuantas instrucciones le daban sus mayores, por lo que si no obedecían en cuanto se les indicaba, vendría el hombre del saco para llevárselo con él. En el fondo se cree que se trataba de exponer mediante una metáfora, trágica metáfora, una idea que calase en el mundo ingenuo en que crecen los niños, utilizando el miedo como forma de captar su atención.
Repasemos diferentes denominaciones para este personaje en diversas áreas:
En la zona de Semarang, en Java central, se esconde un hombre del saco que infunde miedo en los corazones de niños y padres por igual: el Wewe Gombel. Se dice que este extraño hombre del saco es un espíritu que busca venganza y aceptación. Aunque el espíritu de Wewe Gombel es malvado por naturaleza, no daña a los niños. En cambio, secuestra a niños que están siendo descuidados o maltratados y los esconde de sus padres hasta que siente que los padres han aprendido la lección.
El Tata Duende viene de América Latina y es más prominente en el folklore maya y mestizo. Este hombre del saco tiene los pies hacia atrás y le faltan los pulgares, lo que le da una extraña fijación en los pulgares de los humanos, especialmente de los niños humanos.
Se dice que el Tata Duende (que se traduce aproximadamente como el Abuelo Duende) es el protector de la selva. Sin embargo, también puede ser muy travieso a veces. Si Tata Duende encuentra a un niño travieso, lo atraerá a la selva y tratará de morderle los pulgares.
El Namahage es un demonio japonés que se alimenta de niños desobedientes, perezosos o propensos a llorar. Se sabe que el Namahage roba cosechas y niños desobedientes durante el Año Nuevo. Son conocidos por vagar por las calles de la ciudad durante la noche y gritar: “¿Hay bebés llorando?”.
L’uomo Nero es típicamente retratado como un hombre vestido de negro que persigue a niños desobedientes en el área del Mediterráneo Oriental. A menudo se dice que el hombre del saco también usa una capucha o sombrero que esconde su cara. El L’uomo Nero viene a secuestrar a los niños que desobedecen a sus padres, aunque a diferencia de otros mocosos no se los come. En cambio, los lleva a un lugar aterrador para que vivan con él durante un año.
Se cree que el Oude Rode Ogen (también conocido como ”Viejo Ojos Rojos”) es un caníbal que cambia de forma y se alimenta de niños pequeños. Se cree que la forma en la que era más probable que apareciera esta bestia era la de un perro negro con ojos rojos.
La Haya Nocturna, es una bruja de la noche (un espíritu maligno) que se cree que causa parálisis del sueño y pesadillas. Este espíritu es una anciana que se alimenta del miedo y las pesadillas de sus víctimas. Se sienta en el pecho de sus víctimas mientras duermen, lo que hace que tengan dificultades para dormir y entren en un estado de sueño perturbador.
El Jumbie es un espíritu humano malvado que vuelve para perseguir a los vivos en el folklore caribeño. Aunque son similares a los fantasmas, los Jumbies se diferencian en que proyectan una sombra negra oscura en lugar de aparecer como una figura tenue. Estos espíritus son malévolos y atacarán a cualquiera.
Según algunos autores, la leyenda del hombre del saco tendría su origen en un caso real, un crimen cometido en un pueblo de Almería, en Gádor, en el año 1910. Los hechos fueron los siguientes:
Un hombre, de nombre Francisco Ortega el Moruno, se encontraba en grave estado por sufrir de tuberculosis. Desesperado ante la falta de cura por parte de los médicos, acudió, como era costumbre en aquellos años, a la consulta de una curandera, de nombre Agustina Rodríguez. Ésta tras estudiar su caso, le hizo ver que la única posibilidad de obtener cura sería con la ayuda de otro curandero, Francisco Leona.
El enfermo acudió junto al curandero, quien le dijo que para curarse debía hacer dos cosas: beber sangre de un niño sano y aplicar unos emplastos de las mantecas del mismo niño, sobre su pecho. Dado que el cliente aceptó y tras el pago de los tres mil reales que el curandero le cobró, éste con la ayuda de un cómplice raptaron a un niño de siete años Bernardo González, y tras dormirlo con cloroformo, se lo llevaron dentro de un saco. Con la sangre y la grasa de la desamparada criatura, aplicaron el supuesto remedio a Francisco.
Pasado un tiempo la Guardia Civil descubrió el dramático suceso y detuvo a los implicados. Como consecuencia de los hechos probados, Leona fue condenado al garrote vil, aunque terminaría falleciendo en la cárcel antes de su ejecución. Si serían ejecutados Ortega y Agustina.
Y por último, nos vamos a centrar en el Sacamantecas. La leyenda del sacamantecas es una de esas que ha perdurado en el boca a boca del pueblo llano durante más de un siglo. Durante muchas décadas, esta terrible historia aterrorizó a los niños y no tan niños de toda España. Este personaje se caracterizó por ser un “asustador” de niños, algo parecido al Coco o al Hombre del Saco, se dice que su origen se debe principalmente a que en la Edad Media se pensaba que la grasa corporal tenía propiedades curativas.
En gran parte, por culpa de los padres, que encontraron un filón en ella para mantener a sus hijos a raya inculcándoles en lo más hondo de su imaginario que en el momento menos pensado, un ser monstruoso aparecería para secuestrarlos si permanecían en las calles a horas poco adecuadas o incumpliendo las órdenes de los progenitores. Incluso se llegó al punto de poder convocar al sacamantecas a placer, amenazando a los niños con que vendría a llevárselos si no se portaban bien.
Tal vez el primer antecedente lo podemos encontrar en Manuel Blanco Romasanta, conocido también como el hombre lobo de Allariz. Nacido en el año 1809 en un pueblecito de Galicia, en el Noroeste e la Península Ibérica, primero fue sastre hasta que enviudó y se dedicó a la venta ambulante de untos o grasas (durante mucho tiempo, los untos se usaban para el engrase de ruedas de carro y mecanismos diversos, como molinos y norias). En este punto es cuando fue acusado por los lugareños de que las grasas que vendía eran de origen humano y fue acusado y condenado por la muerte de un alguacil. Aquí comienza la rocambolesca historia de este hombre que se escapa de la justicia y durante su búsqueda, asesina a nueve personas más infringiéndoles terribles heridas con sus propios dientes e incluso comiéndose parte de sus cuerpos al más puro estilo del hombre lobo. Al final fue detenido y condenado a muerte, pero un hipnólogo francés pidió a Isabel II, que revisara la causa y le permitieran estudiar lo que era un claro caso de Licantropía, un desorden psicológico bastante desconocido en la época. La pena de muerte se transmutó en cadena perpetua. Romasanta moriría años después cumpliendo condena en la cárcel de Allariz.
Años más tarde, Juan Díaz de Garayo Ruiz de Argandoña, (Eguilaz, Álava, 9 de julio de 1821 – Vitoria, 11 de mayo de 1881), conocido como el sacamantecas, era un rudo agricultor que se convirtió en un violador y asesino en serie de mujeres, en su mayor parte prostitutas, a las que rajaba el vientre. Declaró seis muertes y 4 tentativas confesadas, aunque se piensa que fueron muchas más por lo espaciado de algunos de sus crímenes.
Como anécdota y para imaginar el rostro y los rasgos tan inusuales y terroríficos de este hombre, su captura se debió a que una niña, al cruzárselo por la calle y ver su horrendo rostro, imaginó que alguien con ese aspecto debía de ser el sacamantecas que estaba azotando con sus crímenes aquellas tierras y se puso a gritar señalándolo. La gente, pensando que el hombre había intentado algún tipo de abuso sobre la niña, lo llevó al cuartelillo, donde Díaz de Garayo se vino abajo y confesó sus crímenes. Al final, fue condenado a muerte a ajusticiado en Garrote Vil.
Y esto es todo por hoy, y aunque no se trate de una entrada de historia, entendida como tal, en su principal acepción, si hemos considerado oportuno recuperar para la memoria colectiva unos personajes que acompañaron a nuestros antepasados.