La reina Isabel I de Inglaterra, casi un año después del fallido intento de la «Grande y Felicísima Armada» (la Gran Armada enviada por Felipe II para atacar territorio inglés), en respuesta al mismo envía una fuerte flota con la intención de atacar territorio español y desmantelar la Armada española. Hoy, con esta publicación nos centraremos en recordar lo acontecido con el ataque de la flota de Drake a la ciudad de A Coruña.
En primer lugar debemos contextualizar lo acontecido. Tras el desastre de la Gran Armada de 1588 marcó la confirmación de una larga guerra -oficialmente jamás declarada, que terminó en 1604- entre España e Inglaterra, de hecho comenzada en 1585 cuando Isabel I mandó a Holanda un fuerte ejército para que, unido a los rebeldes, combatiera en Flandes contra las fuerzas de Felipe II.
En 1570, el Papa Pío V promulgó una bula que excomulgaba a Isabel I de Inglaterra, autorizaba a cualquier católico a asesinarla, y a cualquier monarca católico a destronarla. Felipe II de España, ferviente defensor del Catolicismo conspiró para eliminar a la “hereje”.
El objetivo de Felipe II al enviar la Armada Invencible era la expulsión del trono de Isabel I por su marcado protestantismo y los ataques piratas continuos de sus barcos contra los galeones españoles que venían de América. También era una venganza a la ejecución de la reina de Escocia María Estuardo, y como respuesta al apoyo inglés a los rebeldes protestantes holandeses de Flandes y Países Bajos, pues el envío de la Gran Armada tuvo lugar en el contexto de la Guerra Anglo-Española que ya se había iniciado tres años antes a causa de varios ataques de Drake contra puertos de Galicia.
El resultado de este ataque, aunque terminase con la derrota española, produjo una gran preocupación entre los ingleses, pues si bien el resultado se decantó a su favor, hay que decir que en batalla tan sólo fueron capaces de hundir o inutilizar 5 naves y capturar otras 2. Las otras 60, aproximadamente, que no regresaron a territorio español, lo fueron por cuestiones ajenas a la contienda bélica, principalmente por una fuerte tormenta.
Aunque la expedición de la Armada Invencible concluyó con una derrota sin paliativos, lo cierto es también que posteriormente se magnificaron en mucho las dimensiones del desastre. Una buena parte de la flota consiguió volver a España con sus tripulaciones. El poder naval español no había sido liquidado ni mucho menos. De modo que la reina Isabel I decidió aprovechar la reciente victoria para asestarle a su mortal enemigo Felipe II el golpe de gracia.
El plan inicial ordenado por Isabel I de Inglaterra, empezó a gestarse en setiembre del año 1588, y los primeros objetivos eran:
- Destruir los navíos españoles anclados en los puertos de Lisboa y Cádiz, para evitar que dichos barcos fueses reparados y puestos de nuevo en activo con todo su potencial bélico.
- Un segundo objetivo era atacar la ciudad de Lisboa con la finalidad de que el trono portugués pasase a ser detentado por don Antonio, prior de Crato, siendo este el germen que debía coadyuvar a la expulsión de los españoles de territorio portugués (recordemos que Felipe II en aquel momento era también rey de Portugal)
- El tercer gran objetivo consistiría en conquistar alguna de las islas del archipiélago de las Azores para así entorpecer e interceptar el tráfico de las flotas españolas de las Indias.
Estos planes iniciales serían cambiados cuando un mes más tarde y merced a sus servicios de espionaje tuvieron constancia de que el grueso de la armada española no se refugiaba en los puertos que inicialmente creían sino que se encontraban anclados en puertos de la costa del mar Cantábrico, sobre todo en los puertos de Santander, San Sebastián y Pasajes. En consecuencia, se abandona el primero de los objetivos iniciales cambiándolo por un ataque a los puertos antes citados.
La historia del ataque inglés a A Coruña:
Finalmente, tras ardua preparación, una flota compuesta de siete galeones reales, sesenta mercantes armados, otros sesenta filibotes holandeses y numerosas embarcaciones menores, la expedición inglesa iniciaría su periplo el día 28 de abril del año 1589. Desde el puerto inglés de Plymouth parte hacia España una gran armada, formada por más de 180 barcos y casi 28.000 hombres. Al mando de la misma marcha el corsario inglés Francis Drake, acompañado de John Norris, líder de la infantería del ejército. Empezaba la segunda parte de la guerra entre España e Inglaterra, conocida como la de la Contraarmada, que resultó para Inglaterra tan desastrosa como lo había en la fase anterior la Invencible para España.
En varios aspectos, esta armada inglesa se parecía bastante a la española del año anterior. Transportaba muchos más soldados que marinos; la diversidad de naves era un tanto anárquica; tenía graves problemas de avituallamiento y los navíos iban sobrecargados. Además, contra lo prometido por la reina Isabel, no llevaban cañones de sitio, necesarios para las operaciones terrestres. Igualmente es preciso señalar que las sesenta naves holandeses no se incorporaron voluntariamente a la expedición, sino que fueron detenidas por Drake en su singladura a la Rochelle y obligadas a integrarse en la flota inglesa. Por este motivo a nadie sorprendió que a los tres días de navegación, veinticuatro de aquellos navíos holandeses, con cerca de 3.000 hombres, abandonasen la formación de la flota y buscaran refugio en puertos.
Cuando la Contraarmada se aproximó a Santander, comprobó que la ciudad estaba mejor defendida de lo que se esperaba, razón por la cual Drake decidió suspender provisionalmente el ataque. Hubo varios cambios en los planes previstos, pues los barcos se hallaban muy dispersos entre los puertos peninsulares, por lo que su objetivo fue cambiado sobre la marcha. Se atacaría por tierra y mar una ciudad importante, con el objetivo de usarle como cabeza de puente para posteriores ataques. La ciudad elegida fue A Coruña, pero el motivo no es claro, pues pudo haber influido la noticia de la llegada de un galeón de la plata a su puerto, pues había el rumor de que allí se custodiaba un fabuloso tesoro de lingotes de oro valorado en cinco millones de ducados. Sin embargo, otra versión que ofrece mayor credibilidad nos comunica que ese desembarco obedeció a que varias tripulaciones de sus naves amenazaron con amotinarse si no se les ofrecía la oportunidad de saquear la capital gallega.
Previo al momento del ataque, el capitán general de Galicia, Don Juan Pacheco, ignorando las intenciones bélicas de los ingleses, al tener constancia de la cercanía de la armada, envió dos galeras para conocer sus intenciones.
Les salieron al paso las compañías de los capitanes Alvaro Troncoso y Antonio Herrera. Mas como al cabo de las tres horas de este primer encuentro, el número de los desembarcados había aumentado a 7.000, mandados por los coroneles Fenner, Huntley y Wingfield, el marqués de Cerralbo ordenó a los españoles que se refugiaran en el interior del recinto de la Pescadería.
Frustrados hasta ahora los intentos del enemigo por conquistar la ciudad alta, el jueves día 11, con cinco piezas sometieron a la muralla a un duro castigo, y al mismo tiempo cargaron con pólvora una mina que días antes habían trabajado con mucho silencio. Por haber errado en sus cálculos, cuando la mina explotó, a las cuatro de la tarde, reventó por la parte exterior del muro, sin causar casi daños a los defensores.
Atacaron la ciudad de A Coruña, una semana después de iniciar su periplo, el 4 de mayo de 1589. Ese día los ingleses se acercaron a la localidad de Mera, muy próxima a la ciudad coruñesa, bordeó Santa Cruz, desembarcando tropas aquí y en Oza, con el objetivo de dejar sus naves y hombres fuera del alcance de los cañones de la fortaleza, emplazada entonces donde hoy está el jardín de San Carlos, y de los del fuerte (hoy Castillo) de San Antón.
El Marqués de Cerralbo, Gobernador y Capitán General del Reino de Galicia por aquellos años cuya residencia estaba en A Coruña, organizó a los escasos hombres de que disponía, pues la ciudad aunque era un importante puerto militar, solo disponía de municiones y provisiones en abundancia, ya que solo hacía las funciones de escala para las flotas que iban rumbo al Atlántico Norte. Ordenó el envío de emisarios a las ciudades más cercanas para que acudiesen al rebato con sus compañías de milicias. Desde Betanzos partieron sus tres compañías y las de su distrito, a saber:
- La compañía del capitán Gómez de Bamonde y Rivadeneira, con su alférez Juan Díaz Camarero «que fue la primera que entró desta ciudad el domingo en ella», es decir en La Coruña, tres días después de iniciado el asedio.
- La del capitán Rodrigo de la Becerra, de la que sería alférez el escribano Cristóbal Díaz de Omaña.
- La del capitán don Alonso de Lanzós y Andrade, con su alférez Andrés López de Gayoso, escribano del ayuntamiento.
- La de Jácome Colmelo de Sevil «Capitan de la gente de tierra de las Mariñas», que comandaba las otras seis restantes compañías del distrito y jurisdicción de Betanzos, su capital, a quien le serían reconocidos sus servicios por la Corona por su destacada actuación en esta contienda y, en concreto, por la defensa del puente de El Burgo.
La ciudad tenía dos partes claramente diferenciadas: una era la ciudad vieja, origen de la villa y con una fuerte muralla medieval como defensa; una segunda, conocida como “la Pescadería“, donde residían los pescadores y las clases más bajas. En esta parte llana, las defensas eran mucho más débiles. Hacia ese punto dirigieron los ingleses sus ataques, con el convencimiento de una rápida victoria sobre tierra firme. Una vez violentada la primera muralla, media ciudad quedó sometida al pillaje y al saqueo, pues al no poder reparar el muro, las incursiones enemigas se cebaron con esos barrios y sus habitantes, que resistían con heroísmo los continuos ataques y vejaciones.
Drake ordenó desembarcar a 10000 de sus hombres en 14 lanchones para ir tomando posiciones. Sus intenciones se vieron frenadas por la respuesta, en forma de cañonazos, de los buques españoles que defendían la ciudad (apenas una nao, dos galeras y un galeón) y a pesar de que el Marqués logra retener el asedio con la artillería y con apenas 300 hombres, poco a poco los ingleses van ganando terreno y parecía cuestión de tiempo la rendición española. Se hacen con la zona conocida como “La Pescadería” o Peixaría, en la parte baja de la ciudad y logran centenares de bajas. Mientras, los gallegos se refugian en la zona amurallada, la “ciudadela” o Ciudad Vieja. Además los ingleses capturaron la artillería del Galeón español San Bernardo, que se encontraba en puerto en tareas de reparación.
Una vez detectada la flota invasora, Cerralbo daba orden de encender la Torre de Hércules y el resto de torres de vigilancia para movilizar a todas las milicias y nobles de la zona, llegando a reunir a 1.500 personas entre soldados, milicianos, tripulaciones de algunos de los buques de la Invencible fondeados en el puerto y civiles.
El día 8 de mayo los ingleses piden la rendición de la ciudad o en dos días serán masacrados. El Marqués de Cerralbo responde: “Pueden iniciar el ataque cuando gusten”. Una clara respuesta negativa, acompañada de una salva de cañón.
Tras los muros de la Ciudad Vieja, los coruñeses y coruñesas se refugian como pueden y ofrecen toda su resistencia a la flota británica.
El día 12 los ingleses conseguirían abrir una brecha, facilitando así lo que parecía una rápida victoria, algo que no conseguirían por el gran esfuerzo y entrega con el que hombres y mujeres defendieron las continuas arremetidas de los hombres de Drake y Norris. El esfuerzo fue titánico y cuando parecía que iban a ceder definitivamente hizo aparición una mujer, que recién había perdido a su marido en los combates, se lanzó con rabia y armada con una lanza, contra el alférez inglés quien, para animar a sus hombres, agitaba la bandera de Gran Bretaña al viento. María Pita acabó con la vida del alférez y se hizo con su bandera, cargando así de fuertes ánimos a las tropas coruñesas, que enrabietadas resistieron con mayor fiereza el asedio inglés. Se creó una situación sin solución inmediata.
El miércoles 17, comprobando Drake y Norris la inutilidad de sus esfuerzos y temiendo la llegada de más tropas españolas, los ingleses determinaron embarcarse con el escaso botín logrado y partir lo antes posible.
El jueves 18, al amanecer, se hicieron a la vela, dejando en la bahía tres de sus navíos desmantelados y otras cuatro embarcaciones menores destruidas. De sus marineros y soldados, más de 1.300 perecieron en La Coruña, unos, muertos en los violentos combates, y otros -según muchos cronistas ingleses- por su excesiva afición al vino español. Las bajas mortales del bando español, entre civiles y militares, rondaron los 1000. De la enorme flota, tan solo perderían 2 o 3 buques y 4 barcazas.
Tal fue el arrojo de los defensores que hasta derrotaron finalmente a una fuerza muy superior y la pusieron en fuga. De hecho, cinco de aquellas desconcertadas naves inglesas fueron arrastradas por el viento o buscaron refugio en la cercana ría de O Burgo. Cuatro terminaron hundidas, tras arder durante varios días, a pocos metros de la playa de Oza, en la boca del entrante natural, mientras que otra logró adentrarse en la ría, pero también acabó bajo las aguas poco después, a 100 metros de la línea de costa.
Posteriormente fracasó en sus intentos de sublevar Portugal y de tomar alguna base en las Azores, perdiendo en el empeño unos 12.000 hombres, las dos terceras partes de sus efectivos, más de la mitad de los barcos y tener que afrontar numerosas deserciones.
Del devenir de los enfrentamientos que de este ataque se derivaron nacieron historias y leyendas, como la de, la antes citada, María Pita, una de las tenaces resistentes coruñesas. También tuvo un papel destacado, aunque no tan recordado, Inés de Ben.
Célebre y para la posteridad pasó la frase “supuestamente” dicha por María Pita para arengar a los coruñeses: “Quen teña honra que me siga” (Quien tenga honra que me siga).
Nada más finalizar el asedio, Cerralbo partió hacia Baiona y Tui para reforzar sus defensas, ya que, tras el ataque en A Coruña, Drake se situó de nuevo frente a las costas gallegas con intención de saquearlas. Por su actuación ante la Contraarmada sería recompensado con el puesto de Gobernador de los Países Bajos, un cargo que nunca llegaría a ejercer, ya que falleció justo cuando iba a embarcar rumbo a su destino.
Veamos la biografía de los principales implicados:
Si rescatamos el “curriculum” de Francis Drake, vemos que vivió entre los años 1540 y 1596. No fue una vida muy larga (56 años) pero si muy intensa. Fue un experimentado marino, iniciado con apenas trece años de edad, practicando el comercio de esclavos y la piratería, para continuar luego como corsario con patente inglesa y como oficial de la armada en época de guerra. Fue un explorador, pirata con licencia real, esclavista, político y sobre todo aventurero. Tras el estadillo de la guerra entre España e Inglaterra en el año 1585, tuvo un papel relevante en el saqueo de la ciudad de Cádiz, provocando, entre otras consecuencias, el retraso en los planes de Felipe II para invadir Inglaterra.
De indudable talento y astucia marinera, muchas veces triunfó el corsario inglés. Una de ellas, tal vez la más sonada, cuando participó en el fracaso de la llamada Armada Invencible. Pedro de Valdés y Menéndez de Lavandera, noble gijonés, había sido nombrado almirante del escuadrón de Andalucía que atacó en 1588 a la armada inglesa. Valdés perdió su buque insignia, el galeón de 46 cañones Nuestra señora del Rosario, siendo apresado y confinado en la Torre de Londres durante siete años, hasta que su familia pudo pagar un jugoso rescate.
Sería ascendido al cargo de Vicealmirante con motivo del ataque a las costas inglesas por la Armada Invencible española.
A su vuelta a Inglaterra con las manos vacías y con su flota mermada, se abrió una investigación, siendo relegado al oscuro puesto de comandante de las defensas costeras de Plymouth. Seis años después, en 1595, la guerra estaba tomando un mal cariz para Inglaterra, y a Drake propuso a la reina Isabel I un audaz plan que consistía en tomar Panamá para, desde allí, amenazar los intereses y las posesiones españolas en el Caribe. Acaso presionada por el mal rumbo que llevaba la guerra, Isabel I aceptó al plan de Drake y le encargó llevarlo a cabo. Fue su último acto. Con una poderosa escuadra, intentó por dos veces tomar San Juan de Puerto Rico, sufriendo sendas derrotas, tanto por tierra como por mar.
Sin apenas efectivos ni oficiales –la mayoría habían muerto-, enfermó de disentería y murió cerca de Portobelo, frente a la costa atlántica de Panamá, el 28 de enero de 1596. Su cadáver, según la costumbre marinera, fue lanzado al mar.
La guerra entre España e Inglaterra prosiguió con suerte variable hasta 1604. Tras la muerte de los dos grandes antagonistas, Felipe II en 1598 e Isabel I en 1603, sus respectivos sucesores, Felipe III y Jacobo II firmaron la paz, retornando las cosas al punto de partida.
En cuanto a la figura de María Pita, nacida María Mayor Fernández de la Cámara y Pita. Casada y enviudada cuatro veces, con cuatro hijos, acapara muchas historias sobre cómo María Pita hizo retroceder a los ingleses. María Pita habría unido a la población para mantener la lucha contra el enemigo inglés.
Según alguna versión María Pita, elevó el ánimo de los coruñeses tras haber lanzado una piedra contra el alférez inglés abanderado, pero la versión más oficializada de la historia dice —y así quedó plasmado en la estatua que corona la plaza que lleva su nombre— que se adelantó con una pica en la mano, con la que derribó y mató al alférez inglés, al que arrebató su bandera. Algunos cuentan que ese alférez era el mismísimo hermano del pirata Francis Drake.
El historiador Xosé Antón García Ledo encontró la partida de defunción de María Pita, en el Archivo Histórico Diocesano de Santiago de Compostela: “En veinte y un días del mes de hebrero del año de mill y seisçientos y quarenta y tres se murió Mayor Fernández Pita de repente. Tenía echo testamento, por el cual se mandó enterrar en Santo Domingo de la çiudad de la Coruña”. En el documento se recoge su fallecimiento repentino, sin hacer explícita ninguna enfermedad ni accidente conocido. Fue una vida longeva pues se estima que había nacido en torno al año 1560.
Le gustaba identificarse a sí misma como Mayor Fernández de Cámara y Pita. En realidad, la que se llamaba María era la única hermana que aflora en los documentos. Y María Pita, la vieja, es el nombre con el que investigaciones recientes identifican a la madre de ambas, mujer de un tal Simón Arao, como recoge otra de las investigaciones en torno a la mítica figura, María do Carmo Saavedra.
Mayor le llamaba a la heroína en 1889 el primer biógrafo que tuvo, Andrés Martínez Salazar, primer cronista de A Coruña. Y Mayor le llamaba también Manuel Murguía, pocos años antes, en el semanario Galicia Moderna, publicado en La Habana entre los años 1885 y 1890, en la tan romántica búsqueda o creación de héroes que enarbolasen la identidad de los pueblos.
Tuvo una vida muy agitada, pues se le conocen numerosos pleitos. En una ocasión la metieron en la cárcel por estamparle un pichel en la cabeza, junto a su hermana, a un adversario en los Cantones. También tuvo pleitos con un tal Cabarcos por la disputa de un coto de San Pedro de Ledoño, también por haberse apropiado de limosnas durante una misa en una romería, pleitos por deudas, querellas por injurias, etc. Sufrió penas de prisión y destierro.
Intelectuales como Andrés Martínez Salazar y Manuel Murguía, “ocultaron deliberadamente” toda esta información tan poco favorecedora y tan poco acorde con la imagen de la mujer heroica que querían forjar.
Es de la misma opinión Felipe Senén, historiador y fundador de Amigos de Museos de Galicia, que recuerda que la fama de María Pita trascendió, con su natural “rayante” y pedigüeño, por salir en los papeles, y porque reclamó mercedes reales por luchar “baronilmente” durante la contienda para matar “al General de la Inglesa y gastó y dio mucha hazienda, asín de comida, cuerda y balas y todo género demuniçión, y colchones, y otra mucha hazienda”.
Lo recoge el famoso Memorial dirigido por ella misma a Felipe II por el que se le permitió exportar mulas a Portugal, una de las múltiples concesiones que se le fueron otorgando en los años posteriores en sucesivas reclamaciones en la corte, a donde viajó hasta en dos ocasiones.
Respecto a Inés de Ben, hablamos de la historia de una heroína desconocida. Inés de Ben parece ser que también jugó un relevante papel en la resistencia de los coruñeses al ataque de las tropas inglesas. Inés, mujer casada y madre de dos hijos, vio, al igual que María Pita, fallecer a su marido el primer día de la batalla, y decidió colaborar activamente para subsanar la escasez de munición con la que contaba la población coruñesa. Puso a su disposición cuantiosos suministros de las tiendas que regentaba, una pequeña mercería y una tienda de quincallería (pequeños útiles metálicos) en el barrio coruñés de la Pescadería.
También colaboró en la reparación de las murallas, trasportando sacos de arena y piedra. Sufriría heridas como consecuencia de haber sido alcanzada por un arcabuz (un antiguo fusil bélico, similar al mosquetón), con dos impactos, uno en la cabeza y otro en un muslo. Con el tiempo se recuperaría, aunque viuda y con sus tiendas desvalijadas, se vio obligada a pleitear con la Administración durante varios años para solicitar una indemnización por los servicios prestados por ella y su difunto esposo, Sebastián Fernández, contando para ello con el apoyo de numerosos testigos de sus esfuerzos, servicios y sacrificios. Se desconoce el resultado de eses pleitos, pero si se sabe que Inés falleció en la indigencia, siendo enterrada en una fosa común, y prácticamente olvidada por la historia
El Gobernado y Capitán General de Galicia, Juan Pachecho y Osorio, II Marqués de Cerralbo, Gobernador y Capitán General de Galicia, fallecía el 23 de marzo de 1592 en Colliure, Francia. Bajo su mando A Coruña siguió siendo libre y nacieron algunas de las figuras más legendarias de nuestra ciudad.
Los españoles realizaban pequeñas escaramuzas con las que ganaban tiempo, frenaban levemente el avance inglés y Juan Pachecho organizaba a sus defensores a lo largo de la muralla.
El 14 de mayo se intuía el gran ataque, por lo que Cerralbo se dirige a la Puerta de Aires para preparar su defensa. Con su armadura de campaña es un defensor más, convirtiéndose en parte de la historia de A Coruña junto a otros héroes y heroínas como Inés de Ben o María Pita.
La derrota inglesa y de su Contraarmada fue total, llegando a sufrir entre 8.000 y 15.000 bajas durante toda su campaña, el 70% de sus integrantes. Este fracaso le valdría a Drake un Consejo de Guerra y su retirada del servicio activo durante cinco años. Moriría en Portobelo, Panamá, el 28 de Enero de 1596, dos años después de cumplir sentencia.
En cuanto a la ciudad de A Coruña, en primer lugar hay que hablar del Castillo de San Antón, fortaleza y prisión del siglo XVI, desempeñó un papel clave en la defensa de la ciudad ante el ataque de Drake, que se vio obligado a desembarcar en la cercana playa de la Marina. El conjunto resistió los catorce días que duró la batalla hasta la retirada inglesa. En la actualidad es sede del Museo Arqueológico e Histórico.
Entre los restos de la muralla que se conservan están las puertas de San Miguel (siglo XVI), del Clavo y de la Cruz (siglo XVII) El convento de Santo Domingo, que ardió durante los combates entre corsarios ingleses y defensores coruñeses en 1589, fue reconstruido por orden de Felipe II. Hoy conserva el estilo barroco gallego del siglo XVIII. Los ingleses entraron en el barrio de la Pescadería y celebraron lo que parecía su victoria saqueando casas y bodegas.
En la plaza de María Pita, a los pies de la Ciudad Vieja, destacan los soportales que la flanquean, las galerías y el palacio Municipal. Una estatua en honor de la heroína local en defensa de A Coruña preside la plaza. Las calles peatonales Real y Riego de Agua, que desembocan en la plaza, fueron escenario de duros combates cuando los soldados ingleses atacaron la retaguardia gallega.
Las murallas de la ciudad gallega también vieron más y diferentes asaltos. En concreto, el que se dio en 1809, entre franceses, al mando del mariscal Soult, e ingleses, a las órdenes de John Moore. Fue la batalla de Elviña, acaecida en el lugar del mismo nombre situado a las afueras de A Coruña, durante la Guerra de la Independencia. Algunos choques tuvieron lugar en el parque de Santa Margarita.
En la comarca de As Mariñas, muy cerca de A Coruña, en dirección a Lugo, se encuentran varias playas en las que desembarcaron los hombres de Drake. Como las de Santa Cruz y Mera. En Cambre, a 12 kilómetros de A Coruña, se encuentra la iglesia de Santa María de Cambre (siglo XII), quemada por los corsarios antes de batirse en retirada.
Anualmente, y en recuerdo de este ataque inglés a A Coruña, se celebra en A Coruña, dentro de las fiestas de María Pita, en el mes de Agosto, la recreación de la denominada “Batalla Naval”, mediante un espectáculo pirotécnico.
Por otro lado, también hay quienes afirman la existencia de un pecio (restos de una nave que ha naufragado) en la ría de O Burgo, limítrofe con el municipio de A Coruña.
El historiador gallego Luis Gorrochategui cifra en 35 las naves de Felipe II hundidas en esta fallida empresa militar de invasión de Inglaterra, mientras que los ingleses acordaron, mediante un pacto de Estado, no hacer públicos nunca sus enormes pérdidas materiales y humanas.
En trabajos realizados por la extinta Arqueoatlántica se proponen medidas correctoras en el proyecto del dragado de la Ría do Burgo, éntrelas que se señala que se debe tener especial cuidado con un posible pecio de la flota de Drake de 1589. En el informe se recogen referencias orales de mariscadores que sitúan el pecio en la zona de Santa Cristina, asegurándose además que en trabajos submarinos y dragados se documentaron restos de vajillas y balas de cañón de hierro pertenecientes a esa flota. Se incluye una imagen área realizada entre los años 2003 y 2015 en las que se muestra una mancha que permanece inalterada con el paso de los años y que podría pertenecerá los restos de un pecio. Sin embargo este informe no cuenta con el benéplacito de Miguel San Claudio Santa Cruz, uno de los referentes en arqueología subacuática.
Por otro lado, ya en el año 1905 se había localizado en la playa de Bastiagueiro, en la embocadura de la ría, un cañón de bronce de 2,5 metros de longitud de procedencia británica y posiblemente perteneciente a uno de estos navíos.
Y como conclusión, cabe decir que, en general, los historiadores británicos han escrito muy someramente sobre el desastre de la contra-armada. Han disminuido su trascendencia y tergiversado a su favor esos dramáticos acontecimientos. Pero lo más sorprendente es que la derrota de la armada inglesa al mando de Sir Francis Drake, frente a una débil guarnición de segunda categoría, como La Coruña en 1589, ha sido un episodio que apenas ha tenido eco en nuestros libros de texto. Porque si en 1589 los navíos supervivientes de la Armada hubieran sido rematados en los puertos del Cantábrico y las Azores y Portugal ocupados por los ingleses y sus aliados, España habría tenido que firmar una paz cruel con las probables graves consecuencias del fin de su imperio americano y de su rango de potencia europea.
Bibliografía:
“Contra Armada. La mayor catástrofe naval de la historia de Inglaterra”. De Gorrochtegui Santos, L.
“Días de infierno y gloria: Maria Pita y la defensa de La Coruña”. De Castro, H.J.
“María Pita y el asedio a A Coruña”. De Parrilla, J.A.
Artículos y enlaces varios:
www.antigua.ordendecaballerosdemariapita.com