Existe un tipo de arte, desarrollado más allá, no solo de las fronteras, también de los criterios artísticos aceptados en el mundo occidental.
Hoy nos vamos a referir a un tipo de arte que intenta cuestionar la veracidad de la “realidad reconstruida” sobre cuanto acontece, tratando posiblemente de encontrar un nexo entre el “Ellos” y el “Nosotros”, tal y como lo definiera Edward Said.
Para ello, vamos a utilizar como vehículo una obra, “Make Me Stop Smoking”, del artista libanés Rabih Mroué.
El artista
Rabih Mroué, un artista polifacético: actor-intérprete, director, autor, editor, etc, quien además de su faceta artística también trabaja activamente en el ámbito asociativo en torno al arte; concretamente es uno de los fundadores de la Junta de Beirut Arte Centro Asociación (BAC).
Nacido en Beirut en 1967, desarrolla su vida a caballo entre Beirut y Berlín. En su trabajo reflexiona de manera crítica sobre los usos de las imágenes en las narrativas oficiales.
Mroué viene de una nueva generación de artistas libaneses que busca constantemente conexiones nuevas y contemporáneas entre todos los diversos elementos y lenguajes de las artes teatrales.
En el ámbito artístico viene realizando, fundamentalmente, perfomances, obras cinematográficas y vídeos, en permanente búsqueda para encontrar conexiones entre los diversos elementos y lenguajes de las artes teatrales. Mantiene una concepción participativa del arte, no solo por parte del actor sino también del espectador.
La obra y su contexto
En la obra objeto de este trabajo, “Make Me Stop Smoking”, “Hacerme dejar de fumar” (en castellano), Morué pretende reconstruir, bajo un formato de conferencia-perfomance, el panorama político y la heterogénea cultura del Líbano, fruto hasta hoy en día de una fuerte destrucción por las guerras y crisis que se suceden sin cesar. ¿Cómo lo hace? Tratando la realidad política y social de una manera semi-documental en la que se desdibujan los límites entre la realidad y la ficción. Su materia prima son fragmentos de la memoria, los documentos existentes: fotografías, recortes de la prensa, entrevistas, noticias, etc, conformando así una especie de archivo, que hiciese las veces de memoria de lo acontecido. Memoria, que en palabras del artista, “es una memoria inventada que le ahoga y de la que no puede liberarse, por ello recopila toda esa documentación y la pone al descubierto con la intención de mediante ese ejercicio poder deshacerse del peso que le ahoga. Una manera de borrar la memoria que no sabe cómo borrarse sola”.
Morué articula su perfomance “Make me stop Smoking”, no solo con el fin de reconstruir la historia y la memoria recientes de su país sino, también, para cuestionar la supuesta objetividad con la que se reviste todo el discurso histórico.
Recordemos que tradicionalmente Oriente ha sido visto por el mundo occidental como un salvaje que es preciso adoctrinar, y es por ello que los artistas africanos recurren a mirarse a sí mismos y también intentar verse en los demás, para luego poder reescribir su historia, siendo necesario para ello, abrir nuevos caminos expresivos. Este planteamiento enlaza con el pensamiento fronterizo de W. Mignolo, que nace como una revolución de las historias locales y se ubica en la frontera de la colonialidad del poder, tratando de desplazar el conocimiento hegemónico. Es la búsqueda premeditada de la fuerza de la frontera, de su potencial, que les permita negarse como un “Otro” y crear su propio pensamiento. No en vano la colonialidad del poder, según Mignolo, es el motor de una parte de nuestra historia, que crea el propio conocimiento, donde se producen relaciones sociales, generando una clasificación de grupos de gentes identificables por sus faltas o excesos. En estas relaciones se genera el término alteralidad (el “Otro”) al que recurre Foucault cuando nos habla de la historia de la locura para comprender la relación poder/conocimiento, donde unos son calificados como locos y otros se arrogan el derecho de administrar sus vidas. Y no hay que olvidar que el concepto de alteralidad (Otro) es imposible de entender si no se contrapone con el identidad, del latín ídem, idéntico.
Un buen número de artistas árabes sitúan sus obras en el contexto del discurso político de su historia y de su propia memoria. Y por ello, recurren a utilizar como materia prima los documentos y las imágenes de los medios de comunicación. La memoria, al menos en parte, se encuentra, entre otros documentos, en las imágenes, porque toda fotografía es un certificado de presencia y de ausencia al mismo tiempo. “Imágenes, como indica Didi-Huberman, pese a todo y pese a nuestra propia incapacidad para saber mirarlas tal y como se merecían”.
Por otro lado, debemos considerar a H. Bhabha, quien cuando se refiere al mimetismo, como estrategia colonialista, tiene la intención de normalizar al sujeto como una figura incompleta que seguirá provocando cierto temor y amenaza. El mimetismo es el proceso por el cual el sujeto colonial intenta construir su identidad desde la identidad del colono, imitándolo, adoptando sus costumbres. Y el mimetismo da paso a la hibridez, esto es la creación de algo nuevo, en el límite entre las culturas; los dominados generan una nueva identidad a partir de una realidad inculcada por los dominadores, entre la memoria de la patria perdida y la realidad propia.
Además, y siguiendo también a H. Bhabha, podemos ver esta obra de Morué, desde el concepto del “estereotipo”, entendido éste como la manifestación discursiva de la “fijación”, siendo esta el mecanismo por el cual el “Otro” se representa como invariable conocido y predictible. El estereotipo convierte así a un conjunto de individuos en los “Otros”. No debemos dejar de recordar lo que dice E. Said: “los mecanismos culturales construidos sobre los estereotipos que desde Occidente se asocian a Oriente, dieron como resultado una imagen global que empaña la visión de la realidad e incluso de la propia construcción de la identidad de Oriente”. Y es en este punto donde Mroué, acude a las fuentes documentales que dan forma al estereotipo sobre el Líbano, teniendo presente que éste se forma a los ojos del que observa, que en este caso es a través de los ojos occidentales, por lo que habría que abstraerse de dicha circunstancia para tener una visión menos “condicionada”.
Mroué, en su obra suscita preguntas que, entre vivencias propias y los relatos de los medios de comunicación, atañen a todos; asuntos que tienen que ver con la verdad, la ficción, la memoria, el olvido, la desaparición y los mecanismos que rigen las trampas de la representación o que, tal como sucede hoy, instauran nuevas y poderosas relaciones entre esas imágenes y los cuerpos.
Según la información que he podido recabar, Mroué estuvo 10 años preparando esta obra. Se trata pues de una obra muy meditada en la que se pone de manifiesto un trabajo multidisciplinar, recopilando material, ordenándolo, preservándolo y poniéndolo en valor. Morué utiliza recortes de periódicos locales, fotografías, noticias, entrevistas, extractos de programas televisivos, etc. El objetivo de su obra es cuestionar la veracidad de la realidad reconstruida, y lo hace uniendo piezas, como un rompecabezas, con las que poder construir un complejo sistema de narraciones enlazadas. Este material sirve de soporte para construir un sistema de historias cortas ramificadas. La clave reside en la “credibilidad” de dichos materiales. La pregunta clave podría ser: ¿qué sucede cuándo se restaura una cultura sobre la base de sus presentaciones archivadas?
En las conferencias en que se materializa “Make Me Stop Smoking”, Mroué critica la posición oficial del Líbano para seguir adelante y olvidar la guerra. No se limita a decir esto es así, sino que comparte con el público su reflexión sobre la representación e historia del Líbano, plantea preguntas y comparte debate con la audiencia. Y lo hace, no adoptando una sola metodología en todo momento, sino que experimenta confronta la manera de pensar. El material utilizado cataliza una relación afectiva más que la certeza de la experiencia, de tal manera que la contradicción, la duda y el dolor son los que organizan la narrativa. De alguna manera crea mundos distópicos para evidenciar que un pueblo puede plantearse preguntas del tipo ¿qué sucede cuándo un paisaje perdido es reapropiado a través de la reconstrucción de la realidad?, ¿qué sucede cuándo es reapropiado a través de sus representaciones documentales?
Como el propio E. Said, quien vinculó, en su obra “Orientalismo” (1978), el desarrollo de la cultura con los avatares de la historia, señalando que todo lo que se ha dicho sobre los orientales no puede pasar por alto el hecho colonial. Aspecto en el que incidiría especialmente, años más tarde, al afirmar que uno de los aspectos que el mundo electrónico ha traído es el reforzamiento de los estereotipos a través de los cuales se forma la imagen de Oriente mediante el uso de moldes cada vez más estandarizados soportados en la televisión, el cine, los medios de comunicación etc. Unos instrumentos donde la realidad y la ficción, la objetividad y la subjetividad, el documento y lo imaginario son cada vez más imprecisos.
En un contexto en el que Oriente es visto como un salvaje, los artistas no tienen el control de su dominio cultural y por eso tienen que mirarse a sí mismos y también verse en los demás, para luego reescribir su historia. Este argumento enlaza con el pensamiento fronterizo de W. Mignolo que nace como una revolución de las historias locales y se ubica en la frontera de la colonialidad del poder, tratando de desplazar el conocimiento hegemónico.
Como anticipaba en párrafos anteriores, la obra de Mroué ofrece lo que Mignolo llamaría “perspectiva otra”, que reconoce la actividad de pensar de los subalternos, reivindicando lugares de enunciación que estaban silenciados. Los conocimientos y sensibilidades irrumpen en un espacio, que hasta ahora se le había negado, en aras de conseguir el rescate de una memoria incierta.
Conclusiones
Claramente, obras como las de Mroué, ayudan en la labor de deconstrucción del discurso fabricado por buena parte de los medios de comunicación, incluso utilizando los mismos materiales que estos utilizan para construir un pseudo-espectáculo sobre la supuesta realidad que dicen reflejar. De alguna manera, el artista, persigue que los espectadores construyan ellos mismos una imagen más real de la sociedad a la que dichas fotografías aluden. Busca que el espectador penetre en la obra, la haga suya, se enriquezca
Reflexiona sobre los medios formales para construir una obra, al tiempo que muestra un cierto escepticismo político. En el fondo se está preguntando sobre el papel del arte y el artista en la sociedad actual. De esta manera, su obra es una muestra de la lucha diaria de los artistas africanos por exponer su arte libre de las interferencias coloniales, la lucha para poder manifestar sus propias vivencias y experiencias desde sus propios puntos de vista. Constituye un arte que busca la revelación de un mensaje reivindicativo.
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Referencias
- El lugar de la cultura. De Bhabha, H.
- De Said, E.
- Historias locales/diseños globales. Colonialidad, conocimientos subalternos y pensamiento fronterizo. De Mignolo, W.D.
- Lo que vemos, lo que nos mira. De Didí Huberman, G.
Palestina: cuando ver es perder el centro. De Aznar, Y.
- Video performance/obra Make Me Stop Smoking:
https://www.youtube.com/watch?v=wa54D0cXea4
- Extracto texto publicación Ensayos teoría escénica, de Óscar Cornago:
http://artesescenicas.uclm.es/archivos_subidos/textos/424/imaginar-pensar-rabih-mroue-o.cornago.pdf
- Reseñas:
http://www.alternativateatral.com/obra21062-make-me-stop-smoking
http://kunstbanken.no/performance_mal/rabih-mroue-make-me-stop-smoking/