La Guerra de los Treinta Años, asoló Europa durante tres décadas en la primera mitad del siglo XVII. Entre 1618 y 1648 se desarrolló este enfrentamiento bélico, que posiblemente fuese el más importante de la Edad Moderna.
Contexto histórico
A principios del siglo XVII había tensiones entre las naciones interesadas en los estados alemanes:
La monarquía hispánica tenía interés por:
- tener territorios fronterizos con estos estados, tales como Flandes y el Franco Condado
- conservar el Camino Español (Milán-Países Bajos)
- mantener la hegemonía de la Casa de Austria en Europa
Francia:
- deseaba sofocar el creciente poder de la casa de Austria
- estaba interesada en varios de los estados alemanes, dentro de sus políticas de expansión
Suecia y Dinamarca:
- por razones económicas en el Mar Báltico, pues estaban detrás de los puertos que antaño habían utilizado los asociados a la Liga Hanseática en el Báltico, y así poder impulsar su expansión mercantil hacia el sur.
- detener el reforzamiento de la autoridad imperial en el norte de Alemania
- auxiliar a sus correligionarios luteranos alemanes
Por otro lado, en el año 1608 se había constituido la Liga de la Unión Evangélica (Liga protestante) bajo el liderazgo de Federico IV, príncipe elector del Palatinado renano. Y en 1609 se constituye la Liga Católica, bajo el liderazgo del duque Maximiliano de Baviera.
Desarrollo de las hostilidades bélicas
Se suele fijar como detonante de la guerra un acontecimiento en particular que tuvo lugar el día 23 de mayo de 1618, en el que unos aristócratas bohemios protestantes, descontentos con la elección del católico archiduque Fernando de Habsburgo como rey de Bohemia, irrumpieron en el castillo de Praga y arrojaron por la ventana a tres representantes imperiales. Pero esto sería una simplificación. La realidad es que las causas, complejas y variadas, hundían sus raíces tanto en la herencia de las guerras de religión del siglo anterior como en las nuevas realidades socioeconómicas que alumbraban el desarrollo del capitalismo moderno. Lo que comenzó como una mera revuelta dentro del imperio -sublevación bohemia- se convirtió, merced a la participación de numerosas potencias extranjeras (España, Dinamarca, Suecia, Francia.) en una conflagración de amplias resonancias donde se dirimía, en realidad, la hegemonía europea.
En esta guerra se enfrentaron 2 grandes bandos:
- Católicos: integrados por el Sacro Imperio Romano Germánico, España y la Liga Católica Alemana. Los líderes de este bloque fueron el emperador Fernando II de Habsburgo y el conde duque de Olivares, valido del rey de España, Felipe IV. Hay que tener presente la voluntad del emperador Fernando II de extender la Contrarreforma y transformar al Sacro Imperio en un Estado centralizado y hereditario, modificando el carácter federal y electivo que tenía hasta entonces.
- Protestantes: integrados por Bohemia, Dinamarca, Suecia, los Países Bajos, la Unión Evangélica y Transilvania. Además, fueron apoyados por Francia, que aun siendo un país católico, se involucró en la guerra para luchar contra la dinastía de los Habsburgo, que gobernaba el Sacro Imperio. Los líderes de este bloque fueron el rey de Bohemia Federico I, el rey Cristian IV de Dinamarca, el rey sueco Gustavo Adolfo II y el cardenal Richelieu, primer ministro del rey de Francia, Luis XIII.
Además hay que tener presente los movimientos estratégicos emprendidos por cada Estado. Así, el cardenal Richelieu, favorito de Luis XIII, dirigió su estrategia a imponerse al Sacro Imperio Germánico y a España, gobernadas por sus respectivas ramas de la familia Habsburgo. Se trataba de evitar, a cualquier precio, que la monarquía gala se viera estrangulada por vecinos demasiado poderosos. Pero, en ese momento, París no tenía suficiente poder para buscar una confrontación abierta con sus enemigos. Por eso escogió financiar a terceros países que sí estaban dispuestos a entrar en batalla. Su primer aliado fue Dinamarca.
Justo en ese momento, España, bajo la dirección del conde-duque de Olivares, se hallaba inmersa en un intento de mantener su hegemonía en Europa, tras los años grises del reinado de Felipe III.
Y respeto a la consideración de esta Guerra como una guerra religiosa, hay que tener presente que los monarcas europeos reclutaban soldados de otras religiones sin hacer un problema de ello.
Felipe IV de España no aprobó la medida, al interpretar que ese camino conducía a un nuevo enfrentamiento religioso. Este detalle muestra que la fe no fue siempre el factor decisivo en la contienda, a menudo explicada como un enfrentamiento entre los estados del norte, protestantes, y los del sur, católicos. En la guerra de los Treinta Años, los contemporáneos acostumbraban a hablar de tropas imperiales, bávaras, suecas o bohemias. Las etiquetas de “católicos” y “protestantes” se introdujeron en el siglo XIX para simplificar los hechos.
La guerra se puede resumir en una serie de conflictos divididos en 4 etapas:
- La revuelta de Bohemia (1618-1625)
Felipe III favoreció la elección el archiduque Fernando para la sucesión de Bohemia y Hungría. Igualmente el emperador Matías había dejado testamento en su favor. Fernando, ferviente católico estaba decidido a imponer una política centralizadora y católica, se ganó la animadversión de sus vasallos protestantes. Cuando suspendió la Dieta (el Parlamento) de Bohemia, de mayoría protestante, se produjo la rebelión, y dado que el rey de Bohemia lo era por elección, eligieron a Federico V, sucesor de Federico IV.
Fernando II envió sus representantes a Praga en 1618, para preparar su llegada. Los calvinistas de Bohemia lo secuestraron y arrojaron a sus representantes por una ventana del Palacio (hecho conocido como la Defenestración de Praga).
Luego, organizaron un gobierno provisional que ofrecieron al calvinista Federico V del Palatinado, quien fue coronado como Federico I de Bohemia.
Los checos pidieron ayuda a la Unión Evangélica, que agrupaba a los Estados alemanes luteranos y calvinistas. Fernando II, solicitó la asistencia de la Liga Católica alemana y de España, con cuyas fuerzas venció a los protestantes en la batalla de la Montaña Blanca y aplastó la rebelión de Bohemia.
Se formó un directorio formado por treinta representantes: diez nobles, diez caballeros y diez representantes ciudades del reino, para regir la Confederación de todos los territorios de la corona en Bohemia que, en base a la Carta de Majestad, se comprometía a garantizar la tolerancia religiosa, exceptuando a los jesuitas.
Tras unos primeros avances por parte de los rebeldes, el ejército de la Liga Católica, al mando del General Tilly pacificó el Norte de Austria, mientras Fernando pacificó el sur.
Fernando II se volvió hacia el oeste y ocupó el Palatinado. La Unión Evangélica se disolvió y Federico V partió hacia el exilio en los Países Bajos.
- La intervención danesa (1625-1629)
Se inició cuando el luterano Cristian IV, rey de Dinamarca, atacó el Sacro Imperio. Fernando II reclutó un ejército de mercenarios que contuvo a los daneses y luego invadió Dinamarca.
Por su parte, Fernando II obtuvo ayuda militar de Wallestein, a cambio del derecho a saquear los territorios capturados.
En 1626 el ejército protestante, al mando de Mansfeld es derrotado por las tropas de Wallenstein. Del mismo modo el General Tilly vence a los daneses en la batalla de Lutter.
La paz de Lübeck (1629) rubricó la renuncia de Cirstian IV a apoyar a los protestantes alemanes.
- La intervención de Suecia (1630-1635)
Comenzó cuando Gustavo Adolfo II de Suecia acudió en ayuda de los luteranos alemanes para prevenir una posible agresión católica a su país. Contó con el apoyo de Richelieu. Entre 1630 y 1633, los suecos vencieron varias veces a las fuerzas imperiales, aunque tuvieron que lamentar la muerte de su rey.
En la batalla de Nördlingen, los daneses, los suecos y sus aliados protestantes alemanes, serían derrotados en la famosa batalla de Nördlingen por una potente y entrenada fuerza combinada con tropas católicas alemanas, entre los que destacarían con nombre propio el cardenal-infante don Fernando de Habsburgo, hermano de nuestro rey Felipe IV al mando de los tercios
Este período termina en el año 1635 con la Paz de Praga, por la que se anula el Edicto de Restitución, se unen los ejércitos alemanes y los del emperador, se prohíbe a los príncipes alemanes estableciesen alianzas entre ellos y se legalizó el calvinismo. El calvinismo fue legalizado, a cambio del compromiso de todos los príncipes alemanes de integrar un ejército común para enfrentar a los suecos.
- La intervención de Francia (1636-1648), fase franco-sueca
La Paz de Praga fue repudiada por Francia. El éxito de los Hagsburgo en Alemania y la pretensión de Olivares de favorecer las posiciones en Renania, conducen a Richelieu a declarar formalmente la guerra a la Monarquía Hispánica en 1635. Richelieu ya había trazado una red de alianzas contra intereses de los Hagsburgos: alianzas con las Provincias Unidas, con Saboya, Mutua y Parma, con príncipes protestantes alemanes y con Suecia.
En esta fase de la contienda, la balanza se inclinó hacia el lado de suecos y franceses que con sus victorias decisivas obligaron al emperador Fernando III, sucesor de Fernando II, a negociar la paz.
En 1642 muere Richelieu, y un año después Luis XIII. Ante la minoría de edad del rey Luis XIV, el regente es el Cardenal Mazarino.
Felipe IV prepara una ofensiva sobre París y el gobernador de los Países Bajos asedia Rocroi. Los tercios españoles son derrotados por Francia en la batalla de Rocroi (1643), lo que provoca la caída de Olivares y una profunda crisis militar en la Monarquía Hispánica.
Más adelante, entre 1647 y 1648 las tropas francesas y suecas asolan Baviera, invaden también Bohemia y atacan Praga.
La derrota imperial en Alemania y el estallido de la Fronda en Francia en 1648 aceleran las negociaciones de Westfalia.
La Paz de Westfalia en 1648
La Paz de Westfalia se alcanzó tras cinco años de negociaciones, con toda Europa devastada por saqueos, asesinatos, violaciones y epidemias, anhelando la paz, pero también por la conciencia de que nadie podría ganar esta guerra, que acabaría sin vencedores claros.
Los acuerdos de paz, en los que intervinieron el Sacro Imperio, España, Francia, Suecia y Holanda, se alcanzan en dos ciudades:
- En Münster se reúnen representantes del Imperio, de los príncipes, de las ciudades imperiales, de la Monarquía Hispánica, de Francia, de las Provincias Unidas, de los cantones suizos y de los estados italianos.
- En Ösnabruck se reúnen representantes del Imperio y Suecia.
Los acuerdos de Westfalia suponen la aparición de un nuevo sistema para la resolución de los conflictos internacionales, a través de las conferencias entre las distintas potencias basándose en los principios de soberanía, igualdad y equilibrio entre los estados.
Las disposiciones recogidas en los tratados son:
Religiosas:
- Confirmación de la Paz de Augsburgo (1555), reconociendo a los calvinistas como reformadores.
- La autoridad mostrará tolerancia ante los cambios de confesión de sus súbditos
Jurídico-Constitucionales:
- Cambio de la estructura del Sacro Imperio:
- La Dieta Imperial es el árbitro de la autoridad del Emperador
- Se asume la soberanía territorial de cada príncipe (derecho a la libre alianza, excepto si se hace contra el emperador y el Imperio)
- Se fija en 8 el número de príncipes electores (5 católicos y 3 protestantes)
- Se anula el Edicto de Restitución
Políticas:
- Francia:
- Adquiere el arzobispado de Metz, Verdún y territorios de Alsacia y Lorena.
- Se garantiza la neutralidad del emperador en su guerra contra España.
- Adquiere voto en la Dieta Imperial Germánica
- Suecia:
- Obtiene compensaciones económicas
- Obtiene parte de Pomeramia y Bremen
- Obtiene control sobre la desembocadura del Oder, Elba y Weser.
- Adquiere voto en la Dieta Imperial Germánica.
- Baviera:
- Obtiene el control del Palatinado Superior
- Obtiene voto en el Consejo Imperial de electores
Consecuencias de la Guerra de los Treinta Años
Con el desarrollo de los estados modernos que surgieron en 1648, nació una Europa geopolítica completamente diferente a la de 1618. Una Europa que en términos generales se parece a la de hoy, aunque Alemania e Italia deben esperar hasta el siglo XIX para imponerse la escena europea y sacuden el orden que los ha dejado al margen durante mucho tiempo.
Francia, victoriosa, se transformó en la principal potencia europea. La monarquía hispánica, por su parte, quedó debilitada por la pérdida de Portugal (1640) y la de las Provincias Unidas de los Países Bajos (1648), que se independizaron.
La Confederación Helvética (actual Suiza) se separó del Sacro Imperio y fue reconocida como Estado independiente.
El Sacro Imperio mantuvo su organización política federal y su monarquía electiva, tal como era antes de la guerra. De esta manera fracasó el proyecto de los Habsburgo de unificar el Imperio y centralizar su poder.
Se consagró la libertad de los príncipes alemanes a elegir la religión de sus territorios de acuerdo con su conciencia, pero significó la obligación de sus súbditos de profesar esa religión o emigrar.
De manera esquemática podemos resumir las consecuencias de la Guerra de los Treinta Años, de la siguiente manera:
Políticas:
- Fin de la preponderancia de los Habsburgo en Europa. Separación de las dos ramas de la Casa de Austria
- Francia: refuerza su posición en Europa
- Suecia: sale reforzada como potencia hegemónica en el Báltico. Fin de la Hansa
- Monarquía Hispánica: pierde su hegemonía y desaparece el Camino Español
- Aparece la conciencia de la necesidad de ejércitos estatales ,acabando con los ejércitos privados de los nobles
Económicas:
- Profundo desgaste económico de todos los participantes
- En los territorios alemanes los ejércitos allí instalados asolan las tierras y esquilman los recursos. Las cosechas escasearon y brotaron epidemias.
Sociales:
- La población alemana: horror ante los excesos de la guerra
- En las potencias beligerantes revueltas sociales internas ante los problemas económicos agravados por el esfuerzo de la guerra
- Nueva idea de estado
Tras el tratado de Westfalia la guerra entre franceses y españoles (por la hegemonía europea) continuaba. El cese de las hostilidades no se firmó hasta once años después, en el Tratado de los Pirineos, que reconocía para Francia la posesión del Rosellón, Conflente y la Cerdaña (condados catalanes), provincias de los Países Bajos (Artrois, Hainaut, Luxemburgo) y estratégicas plazas flamencas. A cambio, los franceses no prestarían apoyo a los rebeldes portugueses.
La victoria del bando protestante auxiliado por París provocó la pérdida de influencia de la Monarquía Hispánica en los asuntos de Centroeuropa y la reubicación del Imperio de los Habsburgo en el valle del Danubio. Además, trasformó el sistema de valores de la diplomacia internacional al suprimir el factor confesional como directriz básica y agudizó el trasvase económico desde los estados del sur de Europa hacia el norte consolidando la preponderancia de las burguesías septentrionales mientras que favorecía la posición de preeminencia del estamento nobiliario en los países con un régimen absolutista.
De todas formas, tras este conflicto la hegemonía hispana sobre Europa llega a su fin, mientras Francia se encumbraba con un joven monarca con grandes ambiciones, Luis XIV, el “Rey Sol”.
El mundo surgido tras Westfalia será, en lo que a la política entre estados concierne, sustantivamente diferente al del siglo XVI pues los principios rectores de la misma han sido trastocados por la base. La prelacía imperial, la confesionalidad o la hegemonía de los Habsburgo -en cualquiera de sus ramas- no será ya, nunca más, el norte por el que se guíen las diplomacias del Viejo Continente. Tras 1648 Europa caminará por un sendero de secularización y particularismos nacionales que la alejará, de manera definitiva, del horizonte propuesto por los defensores de la universitas cristiana de raíz medieval.
Se rediseñó el mapa geopolítico de Europa al tiempo que se establecía el principio de soberanía, cuyo resultado es un concepto fundamental de la política moderna: la razón de Estado. Esto significó que cada signatario se comprometió a respetar los derechos territoriales de los demás signatarios, sin interferir en sus asuntos internos. Así nació Europa como un continente formado por estados soberanos.
Por último reseñar una consecuencia añadida, que afectaría la Iglesia, pues la Paz de Westfalia supuso un duro golpe al prestigio temporal de la Iglesia, que de hecho perdió en Alemania tres arzobispos y trece obispados con miles de iglesias, conventos y fundaciones piadosas.
En Roma se lamentó que el emperador Fernando III hubiera aceptado una paz tan seriamente ofensiva para la religión católica, pero la Guerra de los Treinta Años demostró que el estado papal fuera de sus fronteras ya no tenía voz.
Con la Paz de Westfalia se rompió para siempre el principio de unidad confesional dentro de un mismo Estado, que se quería mantener durante trece siglos, incluso por la fuerza de las armas y la represión interna. Católicos y protestantes fueron equiparados ante la ley, salvaguardando los principios de tolerancia y libertad religiosa. Los soberanos de los estados entendieron la importancia de separar los asuntos estatales de los asuntos de religión y fe. Así surgió el concepto de estado no confesional que marcaría las constituciones de todos los estados modernos.
Conclusiones
La Guerra de los Treinta Años, para muchos, una guerra de carácter político-religioso, es una de las más complejas de la historia. Fue una de las más devastadoras de Europa, con unos costes humanos y económicos terribles. Se estima que la población del Sacro Imperio Germánico descendió un 20%, lo que significa que se habían perdido, más o menos, 5 millones de vidas durante el conflicto. Además, al ser una sociedad preindustrial, las bajas de la población no podían ser reemplazadas por máquinas. Se calcula que se tardó 65 años para recuperar las cifras de población anteriores a la guerra.
Aunque se haya definido como un conflicto religioso, la Guerra de los Treinta Años fue realmente una lucha por el control de los territorios, el control de las rutas marítimas más rentables, y en definitiva, la hegemonía en Europa.
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Referencias
Historia Moderna Universal. De Sánchez Belén, J.A y Iñurritegui Rodríguez, J.M.
La Guerra de los Treinta años. De Borreguero Beltrán, C.
La Guerra de los Treinta Años. De Wilson, P.H.
Editorial Grudemi (2020). Guerra de los 30 Años. Recuperado de Enciclopedia de Historia (https://enciclopediadehistoria.com/guerra-de-los-30-anos/7). Última actualización: octubre 2021.
https://www.elconfidencial.com/
https://www.libertaddigital.com/