La XXV edición de la Feira das Marabillas, celebrada en A Coruña entre los días 23 y 28 de julio, ha sido, en nuestra opinión, una de las mejores.
Un gran número de puestos de artesanos y gastronomía, que según la organización fueron más de 200, de los cuales la mayoría tenían coherencia con la recreación que el evento evoca, una mejora sustancial en el programa de animación, y un mejor aprovechamiento, dedicándolo a los más pequeños, del espacio de la plaza de María Pita.
Con la complicidad del tiempo, hubo muchísima asistencia la práctica totalidad de los días, resultando en muchas ocasiones, casi imposible circular, y mucho menos curiosear o comprar en los puestos de los artesanos. Las preciosas calles de la ciudad vieja, un entorno amigable, laberíntico para los que no la conozcan, y la majestuosidad de sus plazas de Azcárraga o las Bárbaras, así como la iglesia de Santiago y la Colegiata de Santa María, son elementos que por sí mismos dan mucha fuerza a este evento.
En total fueron 6 días, que debieron acoger a más de 150.000 visitantes que sin duda disfrutaron de momentos inolvidables.
También quisiéramos aportar tres reflexiones. La primera la distribución de espacios, aunque entendemos que hay cuestiones de fondo económico que justifican dichas decisiones, tal vez pudiera estudiarse liberar las plazas de Azcárraga y las Bárbaras, de los puestos gastronómicos, desplazándolos a la zona del Parrote. De esta manera, dichas plazas podrían acoger representaciones teatrales, malabares, títeres, música, danzas,…, dejando además más a la vista la belleza de las mismas.
La segunda cuestión tiene que ver con la nula iniciativa de los coruñeses y visitantes para ataviarse, caracterizándose al modo medieval. En las tres ocasiones que recorrimos, durante varias horas, las calles y plazas del casco antiguo, dejando a un lado los vendedores y algunos camareros en bares y cafeterías, solamente encontramos a 2 personas vestidas conforme a la época del evento. Una pena. Daría mucho más color y vida y sin duda resultaría muchísimo más efectivo el impacto de esta feria. Para conseguirlo, podría incentivarse desde los colegios, y a través de los centros cívicos, para que niños y mayores dispongan de ideas, patrones y sugerencias. Además, podrían realizarse concursos que reconozcan y premien a los mejor vestidos de manera individual, familiar y grupal. Organizar desfiles. Hacer photocall. Dar exclusividad de acceso a determinadas actuaciones y eventos para las personas caracterizadas, etc.
Y nuestra última sugerencia tiene que ver con la conveniencia, en nuestra opinión, de recuperar y potenciar la cena medieval, que bien podría hacerse en una carpa en el Parrote, o en la zona del Rectorado. También la inclusión de manifestaciones de música y danza medieval, bien en las iglesias, plazas y/o calles.
En todo caso, una fiesta con mucha tradición y éxito de asistencia, a la que le falta dar ese paso para convertirse en un evento también de verdadera recreación histórica, potenciando aspectos culturales y divulgativos.